En nuestra escalera vive una especie de gnomo. Creemos que se dedica a mantenerla limpia, pero no está claro del todo. Cuando uno se tropieza con él, o más bien ella, no sabe si partirse el culo o cagarse de miedo. Según pasa el tiempo te vas decantando por lo primero.
El primer encuentro, sin embargo, fue considerablemente espeluznante. Me encontraba sola en el sótano, en la habitación de las lavadoras, tratando de averiguar en cuál de las tres cavidades colocar el suavizante y en cuál el detergente (¿por qué sobra una?), cuando una voz que no habría identificado como humana de no ser porque parecía pronunciar algún tipo de sílabas, me pegó un susto de los que uno sabe que le matarán algún día. Levanté la vista hacia la puerta y me encontré una especie de señora mayor de menos de metro y medio, pelo blanco despeinadísimo, nariz roja, ropa extraña y cara de escasa cordura. Para más inri, por algún motivo incomprensible, iba descalza (y con descalza quiero decir descalza, con los pinreles al aire).
El ser parecía tratar de decirme algo, porque abría la boca mientras miraba hacia mí, pero en la secuencia de sonidos que me llegaron no conseguí identificar ni una sola palabra del alemán (que es lo que uno espera que hable aquí la gente, por extraños que parezcan). Después de varios intentos de transmisión de información por ambas partes, mi interlocutora pareció entender que yo era alguien venido de España que viviría en el edificio por el momento. Lo de venir de España, aparte de parecerle tremendamente gracioso, provocó un cambio radical en su sistema de comunicación. A partir de ese instante decidió alargar cada sílaba hasta donde sus pulmones le permitían y acompañar cada palabra con un movimiento en el que intervenía todo el cuerpo, consistente en estirarse, manos en alto, por un momento, para después agacharse, bajando los brazos y doblando las rodillas en la medida de lo posible. El resultado fue que a partir de ahí sí que me fue imposible entender nada, a parte de: 1) le producía mucha risa y algo de desprecio que no entendiera alemán; 2) le parecía igual de factible aprender ella español que el hecho de que yo pudiera mejorar mi alemán.
Posteriormente nos la hemos vuelto a encontrar en varias ocasiones más. En todas ellas, trata de comunicarnos algo con ese sistema que implementó ad hoc el primer día, mientras nosotros la miramos con la sonrisa que uno pone cuando ni entiende nada ni tiene esperanza de conseguirlo. Hasta que al final, cansada de su infructuosa gesticulación y pronunciación, dice, esta vez con claridad meridiana: "¡Uuyyyyyyyyyy!, ¡¡qué mal entienden ustedes el alemán!!". Tras lo cual no nos queda más que huir, hasta la siguiente aparición.
lunes, 3 de noviembre de 2008
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2 comentarios:
jejeje...quiero una foto de ese personaje!! :)
Uy, no sé yo si es buena idea hacerle una foto al gnomo... Es más, no sé si el gnomo sabrá lo que es una foto.
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