viernes, 27 de febrero de 2009

Mar Menor Paradise

Al salir de casa a las 11 cargando dos litros de sangría, una gran tortilla de patatas y un taper con embutido ibérico, he descubierto que hoy hay una huelga de transportes de la que no tenía noticia. Como, con mi cargamento, me era imposible irme en bici, solo me quedaba coger un taxi. La tarea no ha sido sencilla, porque parece ser que los taxis alemanes no te cogen si no tienes los dos pies metidos en una parada de taxi; pero finalmente he conseguido subirme a uno.

La segunda frase del taxista ha sido "Woher kommen Sie?", que viene a ser "De dónde es usted?". Cuando he dicho "De Espanya" ha dado muestra de gran alegría, y cuando a su siguiente pregunta he contestado "De Murcia, cerca de Alicante, Benidorm...", el hombre ha parecido entrar en éxtasis.

Resulta ser que era uno de los tropecientos alemanes que tienen casa de veraneo por San Javier. Así que cuando ha conseguido salir de su asombro, ha empezado, ilusionadísimo, a encadenar preguntas del tipo "Können Sie San Javier?", "Können Sie Los Alcázares?", "Können Sie La Manga?", "Ohhhh, Mar Menor Paradies!!!!"... Y yo diciéndole que sí, que conocía todas esas cosas, y que sí, que el Mar Menor era bastante bonito, aunque yo normalmente veraneaba en Mazarrón (sitio del cual él no tenía noticia, por supuesto).

Cuando me he bajado del coche aún he dejado al buen hombre flipando con la suerte de haber recogido de buena manyana a una persona que conociera el paradisíaco litoral murciano.

(Y hoy aún tengo que ofrecerle sangría a 20 guiris...)

miércoles, 25 de febrero de 2009

Hecho

Bueno, la segunda y última presentación de Verónica ha tenido lugar esta manyana. Ha ido bien, a pesar de la poca cosa útil que había que contar. Al final les he dicho que muchas gracias por estos seis meses, que he tenido la oportunidad de trabajar con muchos de ellos, que he aprendido mucho, etc., etc. He debido ser convincente, porque han quedado muy contentos.

La verdad es que ahora me da un poco de penilla irme. Probablemente está relacionado con que hoy no tengo nada que hacer y estoy aquí perreando, porque ayer teniendo que preparar la presentación me daba menos pena acabar. Pero bueno, lo cierto es que son bastante majetes todos. Es buen sitio para currar. Una pena que no esté el horno para ofrecer curros.

Yo, por si acaso, en vez de pastel y zumo de naranja, el viernes les voy a traer sangría y un poco de jamón; si se tienen que acordar de alguien de aquí a unos meses, una sangría nunca está de más.

viernes, 20 de febrero de 2009

Mierda blanca

Lleva una semana y media nevando. La semana pasada nos hemos movido entre -14º y -1º. Este fin de semana prometen entre 0º y -1º. Ya veremos. La semana pasada empezó a caer un polvo de nieve de lo más majo, que cogías todo un abazo de nieve y tras apretarlo apenas te quedaba para una bola. Estuvimos tirándonos bolazos de camino al super. Al día siguiente la nieve ya era otra cosa. Se había apegotado y ya podías hacer buenas bolas. Todo en orden. Pero el caso es que se ha ido comprimiendo más y más, y ahora la calle está helada. Aquí en lugar de sal tiran gravilla para que no te resbales. Ahora está todo lleno de la gravilla que llevan tirando meses, luego se supone que la recogerán. La idea no está mal, pisas las piedrecitas que hay sobre el hielo y corres menos peligro. Pero este plan no aguanta una semana. Poco a poco la calle se ha ido convirtiendo en una lámina de hielo transparente, cubierta por trozos de hielo sucio mezclado con polución. Un barro congelado que cubre una placa de hielo que resbala. A veces no sabes qué es peor pisar. Yo me voy resbalando a cada paso, y parezco subnormal cogiéndome de los portales. El otro día ví un charco y pensé que no me resbalaría, pero era más profundo de lo que creía y tuve que hacer el resto del camino con agua sucia helada en los calcetines. Pero todo está precioso, con témpanos de hielo en la ventana de enfrente y todo.

El sábado nos apuntamos a una visita guíada sobre Hitler en Múnich. Íbamos de lo más contentos, Victoria llevaba una semana diciéndome que no fuera nena, que si pisas bien no resbala. En fin. Estábamos cruzando una calle y aún no había pasado la patrulla gravilla todavía. Como había una placa de hielo de dos metros y cruzábamos rápido me resbalé. Menos mal que Victoria estaba ahí para salvarme y... caerse ella de espaldas, con el cogote en todo el hielo. Como tampoco me salvó bien, me caí encima suya. Pero que nadie se preocupe, que no me hice daño.

Luego Victoria estuvo en la visita esa a lo de Hitler con un chichón que yo no había visto uno igual en mi vida, mirándose los dedos a ver si había perdido campo visual (lo había visto en House), dudando de si tenía una hemorragia cerebral, y tiritando del frío. Al día siguiente le dolía el cuello del latigazo y las costillas porque algo le caería encima. Así que estuvo quejándose toda la semana "tráeme zumo, tráeme el móvil", etc.

Fin del informe.

sábado, 14 de febrero de 2009

Last task

Dos del departamento que me caen muy bien me han encargado hacer una cosa bastante chula. Han puesto a supervisarme a otro del departamento, que es un poco lerdo. A este otro le ha parecido una tontería lo que me han encargado los dos primeros, y ha redefinido la tarea. Ahora se podría llamar "demuestra que lo que te han encargado esos dos es una tontería". A finales de la semana que viene, antes de irme de aquí, tengo que hacer una presentación para todos sobre lo que sea que haga.

Se intuye que alguno no quedará contento.

miércoles, 4 de febrero de 2009

De tartas y pardillos

Hace unos días tuvo lugar un suceso paranormal en el trabajo.

Nos encontrábamos en la sala de reuniones, en una de las frecuentes celebraciones de cumpleaños, con su pastel y su champán. La homenajeada llevó a cabo una primera repartición de pastel, como es costumbre. Yo, como es costumbre también, conseguí quedarmen sin ningún trozo en esa repartición. Uno empieza a pasar platos a derecha e izquierda según le llegan, y al final se olvida de quedarse uno. Falta de atención. Con el champán nunca me pasa. De todas formas siempre queda más en la mesa, y en cuanto pasa el minuto de brindis y felicitaciones puedes ir a servirte tranquilamente. Así que ahí fui yo, hacia la enorme mesa rectangular, a conseguir mi parte del cumpleaños.

El pastel era un pastel de limón de toda la vida. Con el añadido de una fina capa de galleta dura en la parte inferior. Tan dura, y tan fina, que no conseguí cortarla de primeras con el cuchillo, y pensé: "Pues ahí se queda, no me voy a pelear aquí con la tarta en medio del corro este, por medio centímetro de galleta". E hice el amago de dejar el cuchillo y volver a mi sitio, con mi levemente mermado trozo de tarta en el plato. Pero no pudo ser, porque alguien había estado siguiendo de cerca la operación, y a mis oídos llegó un grito: "Punch it!". Levanté la vista del pastel, y flipé: el jefe de departamento, cinco meses más tarde, trataba, a todas luces, de comunicarme algo.

El susto, por supuesto, me impidió entender a la primera qué coño me quería decir, para empezar porque el asunto de la galleta había sido borrado instantáneamente por el nuevo y sorprendente acontecimiento. Así que mi mano siguió en su intento de dejar el cuchillo sobre la mesa. Esto provocó que el jefe gritara, aún más efusivamente, y con una cara que mostraba estar haciendo todo el esfuerzo posible por ayudar: "No! Push harder!", palabras que fueron acompañadas de un gesto de la mano que inequívocamente me alentaba a apretar más fuerte el cuchillo para conseguir cortar la galleta. Ya casi recuperada, conseguí decir: "Ah, ok...", y probar a volver a cortar la galleta, lo cual, era cierto, no resultaba difícil haciendo algo más de fuerza. Una vez logrado, le miré y le dije "Thanks", ante lo cual el hombre sonrió como si fuera el ser más inocente y bondadoso del planeta.

La cosa no quedó ahí, sino que a esto siguió una breve, pero no por ello menos increíble, conversación sobre el tiempo en Munich, el frío, la nieve, y el correspondiente cotejo de estos elementos con su aparición en el sur de España.

Yo solo encuentro una explicación racional a todo esto.

Este señor no es que sea un capullo integral que desprecia a los estudiantes y no habla con ellos por gusto. Este hombre es que es muy tímido. No solo muy tímido. Este hombre es, lo que comúnmente se llama, un pardillo. Un pardillo hecho jefe de departamento, pero pardillo al fin y al cabo. Esto no me lo descubrió el suceso del pastel, al pobre se le ve de lejos que es pardillo. Pero lo del pastel fue la prueba definitiva. Tal y como yo lo veo, el buen hombre vio que había una persona enfrentándose a una típica situación pardillil (tratando de escurrir el bulto ante la incapacidad de cortar un pedazo de tarta en medio de un corro de gente), y el sentimiento de identificación hizo que la timidez, que le había impedido hablarme durante todo este tiempo, fuera dejada a un lado en el natural gesto de ayudar a un semejante.

O bien esto, o bien es un capullo y fue abducido durante cinco minutos esa mañana. Pero el caso es que desde entonces me saluda alegremente, incluso cuando me ve llegando a las once de la mañana. Así que yo voto por esa teoría, un amigo pardillo ya se sabe que es para siempre.