Hace unos días tuvo lugar un suceso paranormal en el trabajo.
Nos encontrábamos en la sala de reuniones, en una de las frecuentes celebraciones de cumpleaños, con su pastel y su champán. La homenajeada llevó a cabo una primera repartición de pastel, como es costumbre. Yo, como es costumbre también, conseguí quedarmen sin ningún trozo en esa repartición. Uno empieza a pasar platos a derecha e izquierda según le llegan, y al final se olvida de quedarse uno. Falta de atención. Con el champán nunca me pasa. De todas formas siempre queda más en la mesa, y en cuanto pasa el minuto de brindis y felicitaciones puedes ir a servirte tranquilamente. Así que ahí fui yo, hacia la enorme mesa rectangular, a conseguir mi parte del cumpleaños.
El pastel era un pastel de limón de toda la vida. Con el añadido de una fina capa de galleta dura en la parte inferior. Tan dura, y tan fina, que no conseguí cortarla de primeras con el cuchillo, y pensé: "Pues ahí se queda, no me voy a pelear aquí con la tarta en medio del corro este, por medio centímetro de galleta". E hice el amago de dejar el cuchillo y volver a mi sitio, con mi levemente mermado trozo de tarta en el plato. Pero no pudo ser, porque alguien había estado siguiendo de cerca la operación, y a mis oídos llegó un grito: "Punch it!". Levanté la vista del pastel, y flipé: el jefe de departamento, cinco meses más tarde, trataba, a todas luces, de comunicarme algo.
El susto, por supuesto, me impidió entender a la primera qué coño me quería decir, para empezar porque el asunto de la galleta había sido borrado instantáneamente por el nuevo y sorprendente acontecimiento. Así que mi mano siguió en su intento de dejar el cuchillo sobre la mesa. Esto provocó que el jefe gritara, aún más efusivamente, y con una cara que mostraba estar haciendo todo el esfuerzo posible por ayudar: "No! Push harder!", palabras que fueron acompañadas de un gesto de la mano que inequívocamente me alentaba a apretar más fuerte el cuchillo para conseguir cortar la galleta. Ya casi recuperada, conseguí decir: "Ah, ok...", y probar a volver a cortar la galleta, lo cual, era cierto, no resultaba difícil haciendo algo más de fuerza. Una vez logrado, le miré y le dije "Thanks", ante lo cual el hombre sonrió como si fuera el ser más inocente y bondadoso del planeta.
La cosa no quedó ahí, sino que a esto siguió una breve, pero no por ello menos increíble, conversación sobre el tiempo en Munich, el frío, la nieve, y el correspondiente cotejo de estos elementos con su aparición en el sur de España.
Yo solo encuentro una explicación racional a todo esto.
Este señor no es que sea un capullo integral que desprecia a los estudiantes y no habla con ellos por gusto. Este hombre es que es muy tímido. No solo muy tímido. Este hombre es, lo que comúnmente se llama, un pardillo. Un pardillo hecho jefe de departamento, pero pardillo al fin y al cabo. Esto no me lo descubrió el suceso del pastel, al pobre se le ve de lejos que es pardillo. Pero lo del pastel fue la prueba definitiva. Tal y como yo lo veo, el buen hombre vio que había una persona enfrentándose a una típica situación pardillil (tratando de escurrir el bulto ante la incapacidad de cortar un pedazo de tarta en medio de un corro de gente), y el sentimiento de identificación hizo que la timidez, que le había impedido hablarme durante todo este tiempo, fuera dejada a un lado en el natural gesto de ayudar a un semejante.
O bien esto, o bien es un capullo y fue abducido durante cinco minutos esa mañana. Pero el caso es que desde entonces me saluda alegremente, incluso cuando me ve llegando a las once de la mañana. Así que yo voto por esa teoría, un amigo pardillo ya se sabe que es para siempre.
miércoles, 4 de febrero de 2009
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3 comentarios:
Aprendí tratando a mis vecinos de Barcelona que hay gente que es como los perros. Algunos empiezan ladrando y si les chillas te respetan y se hacen tus amigos. Otros hasta que no te han husmeado un rato te tienen miedo. Una vecina me dijo en ese sentido "ahora que ya te conozco no me dará miedo subir contigo en el ascensor (!)". Luego está este que parece gilipuertas hasta que jugueteas un poco con él. Ahora cuando te ve mueve la colita.
Perros, Vito.
Año 2019. Un becario de una empresa de tecnología escribe en su blog sobre como su jefa de departamento, Verónica, demostró una incapacidad inhata para cortar el pastel en la celebración corporativa de su cumpleaños; "una pardilla", concluye nuestro becario del futuro.
Llegado el caso, ese becario sería fichado previamente y encargado de cortar el pastel él mismo. Y de explicar en un Powerpoint con abundantes gráficas cómo lo ha hecho.
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