miércoles, 29 de octubre de 2008

La ajetreada vida del intern

Oooooohhh. Housebru ya no es mi jefe. El pobre hombre no tenía más trabajo para mí y ahora es otro el que se encarga. Este otro llevaba dándome cosas que hacer un par de semanas, pero parece que ha sido decirle que ahora es obligación suya darme trabajo, y se ha quedado sin ideas.

Desde luego están fatal esta gente... Digamos que en el departamento hay tres cosas que hacer: una guay, una menos guay y una muy guay. Antes de los cambios de la empresa, se dedicaban principalmente a lo guay. Ahora esa parte casi ha desaparecido y a cambio hay bastante más de lo menos guay y bastante más de lo muy guay. Y el reparto, por supuesto, es: trabajadores lo muy guay, estudiantes lo menos guay.

"Lo guay" son proyectos que encargan otros departamentos de la empresa, pidiendo asesoría sobre si hacer o cómo hacer alguna cosa. Como la empresa está patas arriba, los departamentos pasan de pensar en innovaciones y se centran en ver cómo salvan el culo. Así que no hay proyectos de estos. Poner de ayudante de un proyecto a un estudiante es la forma más fácil de mantenerlo entretenido durante meses. Si no hay proyectos, nadie sabe qué encargarle a un estudiante, aparte de cosas desperdigadas que no le apetece hacer a uno mismo. Cabe la posibilidad de que aparezcan proyectos nuevos en unas semanas, o eso ha insinuado Housebru. Pero no está nada claro.

Mientras tanto me toca dedicarme a ayudar con el trabajo que hacía el departamento que se ha fusionado con el nuestro, que son más estudios de mercado y esas cosas. Lo que ya hacían el sueco y el francés. No es que esté muy mal..., pero vamos, apasionante no es.

Los que no son estudiantes, dedican algo de tiempo también a estas cosas del mercado y más tiempo a "lo muy guay" (por comparación, se entiende), que incluye ver cómo hacer que la empresa no se vaya al garete. Todo lo que envuelve este tema es bastante secreto. A partir de ahora, en las reuniones de los miércoles se hablará principalmente de estas cuestiones, así que los estudiantes ya no podemos ir a las reuniones de los miércoles. Para qué firma uno papeles diciendo que no se va a chivar de las cosas si luego no le cuentan nada?

En fin, resultados generales de todo esto: sigo haciendo lo que nadie quiere hacer, pero los miércoles puedo llegar tan tarde como los otros días. O más; son las diez y media y siguen en el aquelarre matutino...

martes, 28 de octubre de 2008

El americano

He descubierto que el americano estuvo en las Fuerzas Especiales, igualito que Rambo. Entre otras cosas, se entretenían enviándoles un mes al desierto sin comida, agua, ni nigún otro tipo de provisión. También sin armas porque, ya se sabe, alguna gente cuando la dejas sin comer ni beber en mitad de la nada se pone nerviosilla.

Eso explica que salir de fiesta en circunstancias cualesquiera sea tan fácil para él como pestanyear. Pero bueno, esto no le va a quitar el mérito obtenido aquel día; también es bien sabido que las personas tienden a acomodarse, vengan del pasado que vengan.

lunes, 27 de octubre de 2008

La lengua de Mongolia

He renunciado a luchar contra el mito indestructible del inglés. Da igual dónde salga el tema y con quién le toque a uno discutir. Lo hablen bien, mal o regular, lleven diez, doce o quince años aprendiéndolo, tengan un acento perfecto o entonen como buenamente puedan: nadie sale de sus trece, más allá de la "puntualización" de "sí, es cierto, la fonética es una pega".

La verdad es que no he renunciado, pero estoy cerca. Lo que hago ahora, en vez de indignarme cuando les oigo decir "hombre, hablamos inglés porque es la lengua más fácil", es disfrutar de las maravillas del idioma internacional.

Conoces a una chica de madre griega y padre ecuatoriano. Hasta donde tú sabes, habla español, inglés, alemán y griego. Nivel de griego desconocido. Español perfecto, acento ecuatoriano. Alemán estupendo, sobre todo comparado con el de uno mismo. Inglés bien, normal, como todos. Alguien le pregunta, sorprendido por el dominio considerable de varias lenguas, que cuál de ellas habla mejor. A la chavala se le ocurre decir que lo que mejor habla es inglés. ¿Nos hemos vuelto locos? ¿Tan distorsionado está todo que una persona no es capaz de ver que hablando español pasa por nativa y hablando inglés no?

Extrañada, se me ocurre comentarle que su español es perfecto, incluso mejor que su inglés, según mi apreciación. A lo que contesta: "sí, bueno, por el acento". Sí, hija, sí. Por ese detalle del acento, y por ese otro de decir las cosas directamente, sin tener que buscar una palabra que te sepas.

Uno considera que sabe hablar inglés cuando puede explicar lo que quiera en inglés. Poder explicar cualquier cosa está muy bien, no es poco. El problema es que, entre poder explicar lo que quieras, y poder explicarlo como quieras, hay un paso grande.

En la lengua internacional el matiz no existe. Las cosas se explican como buenamente se pueden explicar. Tampoco existe el juego de palabras, ni el chiste complicado. Todo se convierte en primario. Da igual del tema que se hable, ya digo que se puede hablar de cualquier cosa. El problema es hablamos como si tuviéramos cinco años.

Y el asunto no queda ahí, en escasez de recursos. Esa es la parte de lo que uno no sabe decir. Luego está la parte de lo que uno en teoría sabe decir, pero que, en el intento de hablar con fluidez, también dice mal de vez en cuando. Una conjugación de la tercera persona del singular por aquí, un "people is" por acá, un "much" en vez de un "many" por allá. Cosas realmente fáciles. Pero mira, tonto que es uno.

Normalmente no eres consciente. Ves a universitarios que saben varios idiomas comunicándose entre ellos en una lengua que no es la de ninguno de los dos, y consiguiendo entenderse, que no está nada mal. Pero si uno tradujera a su idioma lo que se está diciendo... todos pareceríamos gilipollas. O niños de cinco años.

Aquel día de lo Oktober se me ocurrió preguntarle al americano que qué pensaban ellos al pasarse el día oyendo a gente hablar su idioma mal. No sé, imaginaros vivir rodeados de gente que habla una especie de pseudoespañol... Pues el tío me dijo que bien, que no había problema, que esa era la grandeza del inglés, que uno podía hablarlo como quisiera y no estaba mal hablado, que la gracia estaba precisamente en que cada uno lo hablara de su forma particular.

Y una mierda. No me lo creo. No me creo que americanos, ingleses y australianos no se partan de risa cuando se juntan, viendo a medio mundo chapurrear mientras dicen convencidísimos que no hay lengua más fácil. Yo desde luego me partiría. Pero me alegro de que no nos haya tocado. Por los pelos, por cierto, porque el nuestro también debe ser fácil, lo habla un montón de gente.

Por mi parte, el día que entienda un capítulo de House entero, consideraré que sé inglés. Hasta entonces aquí estamos.

miércoles, 22 de octubre de 2008

El padre de Alf

Las cosas no son como uno se las imagina de niño. Te dicen que te encontrarás con gente mala que te ofrecerá droga gratis mientras ves un capítulo de Alf. Más adelante te das cuenta de que esa maldición no cayó sobre ti, sino sobre el padre de Alf. Malas noticias. ¿A qué viene esto? Pues porque el otro día fuimos a un bar que tenemos aún más cerca que el Pollo Negro. Es un lugar extraño, del que no se puede ver nada desde fuera. Es decir, un bar sin escaparate. Sólo hay una puerta y un cartel con el nombre en letras góticas. Habíamos pasado muchas veces por delante, pero nunca habíamos abierto la puerta. El otro día lo hicimos.

Buscamos un sitio para sentarnos en la barra. Entonces vino la camarera. Era una mujer con un escote salvaje que al vernos dio un respingo. No entendimos por qué. Pedimos dos cervezas y nos pusimos a ver cómo era el bar. El bar es una barra a medio metro de la pared (estilo Baobar) con un espacio al final con mesas, pero en el que no se sienta nadie. No se sienta nadie porque al final hay una diana y la gente del extremo de la barra juega desde allí. El capitán de ese grupo es un hombre calcadito al ruso de Rocky IV con algunos años más. De vez en cuando hace un brindis que todo el bar tiene que seguir, o le da un achuchón a la camarera. Sólo se le permite a él achuchar a la camarera. A lo mejor son novios, quién sabe. Sus amigos son gordos, beben cerveza y juegan a dardos. Entre ellos y nosotros está el padre de Alf.
El padre de Alf ha venido solo. Tiene detrás un saco de patatas, que habrá sido su excusa para ir al bar. Cuando miras en su dirección, el padre de Alf te sonríe. Si dejas de mirarle, te sigue sonriendo. Cuando el ruso de Rocky IV brinda, tienes que brindar con el padre de Alf.

Una cosa está clara pronto, en ese bar no ha entrado una mujer en mucho tiempo. Allí sólo tiene novia el ruso de rocky y es la camarera. Por eso cuando vio a Victoria dio un respingo. La gente juega a dardos, el ruso toca a la camarera y el padre de Alf nos mira. Para no mirar a ninguno, no vaya a ser que te hablen, miramos al frente. En la pared, sobre las botellas y los vasos, hay fotos de amigos de gente del bar. Fotos de gente del bar en cumpleaños de los hijos de los demás. El padre de Alf se va. En el otro lado hay más hombres én fila bebiéndose sus cervezas, que a veces brindan. El ruso de Rocky le regala una rosa blanca a la camarera, que nos invita a todos a chupitos. Estamos un rato más y hacemos un par de brindis. Al cabo de unos diez minutos, el padre de Alf vuelve. Sigue borracho. Nos pide que le dejemos pasar. Se ha dejado el saco de patatas.

Hombre, qué suerte...

... compro el desayuno y no hay reunión. Para variar porque el jefe está de viaje. Y el jefe es tan capullo que envía un email de aviso a todo el mundo menos a la estudiante de turno, que vengo a ser yo.

En fin, lo mismo es. Así además les puedo ofrecer también a los del minidepartamento margi (lo han fusionado con el nuestro, pero no están invitados a las reuniones, buen rollito).

Ahora bien, el método es efectivo: creo que no llegaré tarde en un tiempo.

sábado, 18 de octubre de 2008

El alemán

El lunes pasado tuve una caída volviendo del trabajo con la bici. Y el viernes me atropellaron volviendo del trabajo con la bici. Pero no me atropellaron mucho, no hay que preocuparse. Cruzaba un paso de cebra con el semáforo verde para bicis y peatones, y un coche parado con el ámbar para él decidió arrancar justo cuando iba a pasar por delante. Aceleré, levanté los pies, me dió en la rueda de atrás, y todo acabó en una caída que estoy empezando a perfeccionar.

El hombre bajó del coche un poco asustado, porque me di un pequeño coscorrón con el semáforo, pero no fue nada. Ya había frenado con brazo y pierna izquierda, que han tenido una semana complicada; así que lo de la cabeza fue bastante menos que la típica hostia contra el armario abierto de la cocina.

De todas formas, su saludo, aunque con cara de preocupado, fue: "lo siento mucho, pero es que ibas en dirección contraria". Yo sabía perfectamente que iba por la acera que no hay que ir (se supone que hay que ir por el lado derecho), de hecho tenía intención de cruzar a la otra parte lo antes posible, pero tampoco es raro ver alguna bicicleta por la acera izquierda y, en cualquier caso, uno no considera que merece ser atropellado por esa mierda de infracción. Le dije que sí, que ya lo sabía, que lo sentía, que creía que estaba bien y que no se preocupara.

Increíblemente, solo pararon dos personas a ver cómo estaba: el conductor y un chico de unos 35 años. Los alemanes son así. En España, si un coche atropella a una bici, se forma un corrillo de veinte personas mínimo que discuten sobre lo sucedido desde el primer momento. En Alemania dan por supuesto que dos son suficientes.

El conductor, en cuanto comprobó que yo parecía estar bien, dijo que su coche había sido dañado. Tenía tres rasguños en el parachoques, bajo el foco derecho. Eran como los rasguños que tienen la mitad de los coches ahí, pero este hombre decía que no los tenía de antes. Imagino que era verdad.

El chico trató de mediar, y el conductor le gritó que se callara, que era su accidente y que él lo arreglaba. A lo que el chico le empezó a gritar de vuelta, creo que diciéndole que aunque yo fuera en dirección contraria él tenía que haberse asegurado de que no venía nadie. Le pregunté, antes de que se fuera, que si se suponía que era culpa mía, aunque hubiera sido en medio de un paso de cebra en verde para mí. Me dijo que seguramente sí.

En Alemania todo el mundo tiene un seguro. Un seguro que paga cualquier cosa que puedas hacer: si rompes un cristal en casa de alguien, por ejemplo. Uno en general piensa que estas cosas no suelen pasar, pero los alemanes ven una locura ir sin seguro por la vida. Por suerte (y un poco por casualidad), sí que tengo seguro durante estos meses, así que le dije al hombre que estuviera tranquilo. Se planteó durante varios minutos si lo mejor sería llamar a la policía, o cómo hacerlo. Al final, una vez que el chico se había ido y él estaba más calmado, se conformó con que intercambiáramos los teléfonos.

Uno puede pensar que este hombre era un poco hijo de puta, por atropellarme y luego preocuparse por el rasgullo del coche. Pero no, no lo era. Parecía un buen hombre. Solo es que era alemán. En España alguna señora le habría pegado por tratar de arreglar el rasguño del coche acogiéndose a una ley después de lo que había pasado; en Alemania una ley es una ley, dan igual las circunstancias.

Yo a estas alturas estaba completamente convencida de que la culpa había sido mía, claro. En el empanamiento de la hostia, y en alemán, te pueden convencer de lo que quieran. Aún así le pregunté que cómo era posible que no me hubiera visto, si igualmente tenía que mirar si venían peatones. Dijo que el ángulo era muy malo, que no hay por qué esperarse que venga una bicicleta desde la izquierda, y que mi bici es negra.

Cuando nos despedimos me dió a entender que era posible que no me llamara. Me dijo que lo sentía, que se alegraba mucho de que estuviera bien, que él tenía hijos de mi edad. Yo le dije que lo sentía también. Y así quedó la cosa.

Al llegar a casa llamé al seguro, y el español que me atendió había vivido 30 años en Alemania. Según él, en un paso de cebra la culpa no puede ser mía, da igual si iba en la acera que no tocaba. De todas formas, si el hombre llama y finalmente resulta que se considera culpa mía, pues pagan estos la pintura del coche, no hay problema. El del seguro pronostica que no llamará y, de hecho, aún no ha llamado.

Hay que decir que, gracias a la caída del lunes, me asusté bastante menos de lo que habría asustado si se llega a juntar que me atropellen por primera vez con caerme de la bici por primera vez. El cuerpo aprende muy rápido. Eso sí, lo del casco se ha convertido en urgente, por si continúa este entrenamiento involuntario.

jueves, 16 de octubre de 2008

Novedades varias

Ayer llegué 7 minutos tarde a la reunión de cada miércoles, así que la semana que viene me toca comprar el desayuno. Es una tradición estupenda si tienes la buena costumbre de llegar puntual: casi siempre hay desayuno gratis. Pero cuando abres la puerta de la sala de reuniones y ves a todos mirándote sonrientes en señal de que eres el pringao que ha llegado el último, no hace ninguna gracia.

Mi situación, de todos modos, es curiosa: por un lado sé que tengo que comprar el desayuno para la reunión, pero por otro lado no sé si tengo que ir a la reunión. Con la reestructuración todo está patas arriba, y alguna gente esté perdiendo un poco la chaveta. Especialmente el jefe departamento, que ya de por sí no la tiene muy en su sitio. Hoy se le ha cruzado un cable y ha dicho que quizá lo mejor sea que los interns no vayan a las reuniones a partir de ahora. Rollos de secretismos. Así que nada, con un poco de suerte me ahorro esas pelas.

Ahora como siempre con un sueco y un francés, los otros dos estudiantes de las inmediaciones. Bastante majetes.

La última semana y media me he dejado las gráficas de Excel para dedicarme a programar en Visual Basic. Me toca aprender ese lenguaje del diablo (del cual sabía tanto como de hacer gráficas en Excel), pero el salto cualitativo (en cuanto a entretenimiento) es considerable. Supongo que terminaré mañana, e imagino que volveré a las excitantes tareas del proyecto de HouseBru y Stefan, pero los que me encargaron el programilla creo que quedarán contentos.

La calidad de vida fuera del trabajo ha mejorado bastante gracias a Internet y al par de maletas de ropa y cachivaches que trajo la family. El fin de semana, por cierto, muy tranquilo. Sobrevivimos los cinco en los 53m2, sin más desgracia que mi hermano pasando las dos noches en vela, una por congelación debido a una ventana abierta (dejada a propósito por mí, pero con mi mejor intención), y otra porque tenemos un miembro de la familia que ronca como los ángeles.

Finalmente nos hemos viciado a Californication. Años después me he decidido a ver a Mulder no haciendo de Mulder. Y ha sido mucho menos traumático de lo esperado. La serie, por cierto, es estupenda.

Otro día más, hora de dormir.

martes, 14 de octubre de 2008

Primera lección para biciclistas

Si vas por un camino completamente cubierto de hojas, y sabes que las hojas tapan un bordillo, no trates de subir el bordillo como si fuera un bordillo muy bajito aunque creas recordar que es un bordillo muy bajito.

Hacía años que no me metía una hostia semejante. La cosa parece saldarse sin más que el lado izquierdo del cuerpo amoratado; conservo dientes y huesos intactos.

Una cosa que hace mucha gracia cuando estás sentada en el suelo tratando de recuperarte de haberte estampado con un bordillo mientras volvías a casa del trabajo a toda leche un lunes por la tarde tarareando una canción más contenta que unas Pascuas, es que venga un alemán y te diga que hay que tener cuidado con los bordillos.

Creo que me voy a comprar un casco.

martes, 7 de octubre de 2008

How far you go

La visita con los del trabajo a la Oktober trancurrió como inevitablemente tenía que transcurrir. Vaya por delante que opino que salir de fiesta con la gente de la empresa es muy mala idea. Companyeros, jefes, jefe de jefes... Todos ahí juntitos metiéndose tres litros de cerveza. Todas las desgracias imaginables tienen cabida en ese marco. Afortunadamente conseguí no hacer nada de lo que me haya tenido que arrepentir, pero porque Dios no quiso.

En fin, la cosa se resume rápido. Entrada a las 5 de la tarde, una cerveza gratis, dos para los espabilados, tres para los más espabilados que en la primera no entregaron el ticket. Tras caer la primera ya estaba todo el mundo subido en los bancos. Y a partir de ahí todo rodado: coges una birra que no sabes de quién es por aquí, le preguntas a un companyero si él ve normal eso de salir de fiesta con el jefe por allá, te paseas por encima de la mesa aunque sabes perfectamente que no hay que pasearse por encima de la mesa mientras la senyora de al lado te dice que no hay que pasearse por encima de la mesa, le dices a otro companyero que aquella senyora es una aguafiestas, estás un par de veces a punto de caerte del banco, le demuestras claramente al jefe de jefes que no tienes de ni puta idea de quién es, estás a un pelo de hablarle a Housbru de sus parecidos televisivos... Lo normal. Y así hasta las once y media de la noche.

Al salir de la carpa sucedió un extranyo efecto que ya he visto varias veces en esta fiesta. La gente sale alcoholizada perdida, después de horas bebiendo y saltando, son las 23.30... y se quieren ir a casa. A uno, claro, se le queda cara de tonto, y trata de buscar a alguien cuerdo que esté de acuerdo en que lo único racional que se puede hacer en ese momento es irse de fiesta.

La suerte y la desgracia de ser la tía más joven de un grupo casi exclusivamente masculino, es que siempre hay gente que te sigue, propongas lo que propongas. Ya sea ir a disparar balines a una caseta de feria borrachos o salir de fiesta después de seis horas de Oktober trabajando al día siguiente. Así que allí estaba yo, tras conseguir que alguno me prometiera que luego íbamos a una discoteca, cargando balines con el rifle apuntando hacia el feriante, mientras el buen hombre me indicaba, con cierto enfado, que quería conservar ambos ojos.

Después del episodio de caza (en el que, a pesar de todo, conseguí por mí misma una puta mierda de minicorazón que ponía "I love you") comprobamos que, efectivamente, bastante gente se había ido ya a casa, pero que aún quedábamos seis o siete personas aparentemente normales. El problema es que de camino al metro, interrumpido por una parada para mear en el McDonalds, pasó lo de siempre: fueron cayendo. Hasta que quedamos tres.

Recordáis al coreanoalemán con el que me hice aquella foto? Pues este era el primero del grupo de los elegidos, pero no se le contaba como miembro con poder de decisión, porque (a todas luces debido a esa enzima que tienen aún más chunga de lo que la tenemos las tías) le costaba mantenerse en pie, así que iba sujetándole yo. Y recordáis a ese tío que el cumpleanyos a Housebru hizo una broma sobre un canguro que me hizo mucha gracia? Este era el segundo miembro de la expedición, y no podía haber estado más acertada cuando os dije que a este hombre había que seguirle la pista.

La situación es: un hombre casado de 35 anyos, americano, bajito, calvo, jefe de un departamento (ya he dicho varias veces que somos tres minidepartamentos en el departamento, pues él es jefe de uno de ellos), que tiene una reunión a las 8 de la manyana del día siguiente, con dos mindundis de diez anyos menos que él más borrachos que él, que quieren salir de fiesta... Y el hombre va, nos promete que nos lleva de fiesta, cuando todos se van mantiene su palabra de que nos lleva de fiesta, efectivamente nos lleva de fiesta... y además se le ve convencido de que irse de fiesta es lo que se debe hacer en ese momento. Por supuesto mi yo etílico se convirtió en fan de este senyor.

Por suerte dos de los tres de la comitiva estábamos suficientemente sobrios para saber que solo había que salir un rato corto, porque si no al día siguiente moriríamos. Y la cosa no se alargó más allá de una cerveza y unos cuantos saltos. Pero ahí queda la conversación de la noche, en mi inglés alcoholizado:

- Can I tell you something?
- Sure
- You know that you can evaluate people for how much money they have, how hard they work, how friendly they are...
- Yeap
- Well, I think that the only real measure is how far you go partying
- Absolutely
- And today you won

(- Puedo contarte una cosa?
- Claro
- Sabes que se puede evaluar a la gente por el dinero que tienen, por cuánto trabajan, por lo simpáticos que son...
- Síp
- Bueno, yo creo que la única medida verdadera es hasta dónde llegas saliendo de fiesta
- Completamente de acuerdo
- Y hoy has ganado)