viernes, 5 de septiembre de 2008

Horas

Acabo de hacer algo que debe inclumplir varios principios básicos, porque noto remordimientos: ir a decirle a House, un viernes a las 9.40 de la manyana, que había acabado lo que la otra tía me encargó ayer (ella no trabaja los viernes, por nosequé que le pasa en la espalda), así que puedo hacer alguna otra cosa. Habrá quien piense que es normal que pida algo que hacer, que si no uno se aburre. Pero no, no es el caso. Yo me podría pasar el día entero aquí en Internet sin aburrirme nada nada. Y ahí está ahora House pensando qué encargarme. Seguro que acaba siendo trabajo que en realidad no había que hacer, y que me lo da para que no me aburra. Cuando, si no hubiera dicho nada, habría quedado la cosa como que hoy he estado haciendo todavía lo de ayer, y el lunes todos tan contentos. Es normal que tenga remordimientos. Creo que no lo haré más. Al menos un viernes no. Está muy mal pensado.

Por otra parte, he dado con el horario "ideal" (no es que lo haya buscado mucho, es el que ha quedado naturalmente después de cuatro días, teniendo en cuenta mi afición a madrugar, el horario de trenes, y que tengo que tener un horario semejante al de mis supervisores, con la ventaja de que desde mi sitio veo cuándo entran y cuándo salen, pero ellos a mí no). Salgo de casa a las 8.50 y entro otra vez por la puerta a las 17.35. Eso hace siete horas y media dentro del trabajo (de 9.30 a 17.00), contando el rato de comer, y más de ocho y media en total dedicadas a la esclavitud. Quedan pues, idealmente, siete y media de hacer algo y ocho de dormir (o al revés). Tampoco está tan mal... de momento. Ahora bien, he pensado que ya me puede tocar el gilipollas de supervisor o su padre, que yo no me quedo aquí más de lo que pone el contrato. Solo faltaba eso.

Por cierto, sigo muy entretenida y se me pasa la manyana volando. De momento me quejo un poco por gusto.

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