lunes, 22 de septiembre de 2008

La Oktober

La Oktoberfest es como meter el Bando de la Huerta en la feria de septiembre, añadir 6 millones de litros de cerveza, convertirlo en la fiesta más conocida de Europa, y hacerlo durar tres semanas.

La entrada es bastante desconcertante. Varias hectáreas de montañas rusas, nubes, barcos vikingos y casas del terror, que te hacen pensar que la famosa fiesta va a ser en realidad una puta estafa. Pero entre atracción y atracción sobresalen unas carpas, cada una perteneciente a una marca de cerveza, donde se cuece el verdadero asunto. Las llaman carpas, pero son gigantescas construcciones de madera con una sala central enorme, escaleras que llevan a otras plantas y terrazas y, en general, dimensiones tales que requieren veinte baños de tías y veinte de tíos.

Conseguir entrar en una de estas "carpas" es una odisea. Hay 14, dentro de cada una caben unas 7000 personas (sentadas), y aquello está abierto de 10 de la mañana a 10 de la noche. Pero prácticamente todo está reservado desde el año anterior. Así que tienes dos opciones: ponerte a la cola en la entrada principal y esperar durante horas a ver si consigues entrar, o tratar de colarte por las puertas de las reservas. La técnica de las puertas de los reservas no es precisamente desconocida, así que la cosa está bastante mecanizada: esperas media horita frente a una de esas puertas, con un portero animal que te dice que por allí no se entra y, de repente, ese mismo señor abre esa entrada durante veinte segundos, en los cuales las treinta personas a las que les ha tocado la china de estar justo ahí (hay montones de puertas como esa) se precipitan en avalancha hacia dentro (ellas y todo aquél que esté por la inmediaciones y se percate del tema), hasta que el portero pone más cara de animal que nunca, y empuja la puerta como solo un alemán enfadado puede hacerlo, gritando "AUS!, AUUS!!!", y llevándose por delante a todo el que no haya estado suficientemente espabilado.

Claro, después de esto, cuando uno se ve dentro se siente como recién aceptado en el paraíso. Y entonces te empiezas a enterar de qué va la cosa realmente: mesas y mesas y mesas de madera llenas de gente, camareras que llevan 14(!) jarras de litro de cerveza (llevar dos ya te deja un dolor de muñecas considerable), todos los autóctonos vestidos de bávaros y bávaras, un nivel de alcoholismo sorprendente para ser la una del medio día, y mucha gente subida a las mesas cantando y pegando botes al son de canciones germanas.

El montaje, en resumen, es espectacular. En España no hay cojones de hacer algo así. Para esto también hay que ser alemán.

Por otro lado, el lugar no puede ser más propicio para conocer gente. Si no hago mal el recuento, a lo largo del día hicimos seis grupos de "amigos", y hablamos con unas veinte personas cada uno (digo hablar de hablar un rato, los roces momentáneos son incontables), desde gente muy maja a grandes gilipollas, pasando por alguna madre borracha. Es normal, puesto que te dedicas a pasarte el día buscando una mesa donde sentarte para pedirte el siguiente litro de cerveza.

Una de las cosas que le gusta a Nacho de Alemania es que los alemanes son gente muy civilizada. Es cierto, son muy civilizados. Normalmente vas a cenar a algún sitio y el silencio y la tranquilidad son sorprendentes. Pero es porque se pasan el año reservándose para esta cosa. Alguno de los que conocimos nos dijo que normalmente iba unas ocho o nueve veces durante estas casi tres semanas. Eso viene a ser ir día sí y día no. Yo me lo pasé muy bien, pero el domingo pensaba que no me volvían a ver el pelo por allí (aunque ahora ya pienso que seguramente el sábado que viene me habré recuperado totalmente). Si consigues ir nueve veces, y hacer el animal como se hace allí las nueve veces, es normal que te pases el resto del año siendo una persona civilizada.


3 comentarios:

Unknown dijo...

Vito,¿crees que te atreverias esta vez a apuntarte a un concurso de beber cerveza con toda esta gente alemana???Imagínete, dentro de esas carpas intentando beberte lo más rápido posible una jarra de esas enormes, teniendo enfrente un aleman animalaco. La verdad es que acojona nada más de imaginarlo, me parece que esta vez no iba a resultarte tan facil como en barcelona:).
La verdad es que tiene que estar muy chulo toda esa fista, allí seguro que por narices me terminaría gustando la cerveza!!!Que envidia!!!!
Por cierto, Sandra y el Puche han ido para allá?????

Vix dijo...

Jaja, justo ayer estuvimos hablando lo de los concursos de cerveza... Hombre, a un concurso de beber más cantidad de cerveza que nadie no me apuntaría nunca. En cuanto a cantidades netas estoy cada vez peor (cada vez me sienta peor, así que cada vez llevo más cuidado, tan triste como suena). Pero... con el estómago suficientemente vacío yo creo que me puedo beber un litro bastante rápido... Aún no he probado, pero la semana que viene creo que voy con los del departamento a la Oktoberfest..., suena a uno de esos grandes momentos para presentarse realmente.

De todas formas, en general ya te digo que estoy mayor, pienso en beberme 3 litros y medio de cerveza en cuatro rondas de concurso, a 5 segundos por vaso, yendo a potar entre ronda y ronda... y me da pereza, la verdad.

En cuanto a Sandra y el Puche, no, no han venido. Pero se han buscado una excusa mejor de lo que se esperaba: la nueva hipoteca. ;)

Vix dijo...

Por otro lado, también es verdad que para que a uno se le quiten todas la pijerías sobre competir o no competir, no hace falta más que uno de esos vasitos. ;)