jueves, 18 de diciembre de 2008
Última semana
Ahora entiende uno de qué conyo hablaban cuando le explicaban de pequenyo que el anyo tiene cuatro estaciones. Perdone, el anyo de dónde? Porque yo no había visto esto de las estaciones nunca. Ni las estaciones ni, lo que es más sorprendente, las transiciones entre estaciones. La primavera la entiendes cuando un abril empiezas a ver salir bichos y plantas de cada rincón como si llevaran ahí meses aguantándose (de una forma que, para los que somos poco amantes de la naturaleza, en especial de los insectos, da hasta asco). El otonyo cuando ves los tres o cuatro días de finales de septiembre en que los árboles pasan de ser verdes a ser verdes, verdes claro, amarillo, naranja, naranja oscuro y rojo (esto es flipante, lo mires por donde lo mires). Y el invierno al llegar la semana de noviembre en la que la nieve se carga todo lo que pilla (y de un lunes al siguiente lunes parece que te han cambiado de escenario y te han colocado en medio de una estación de esquí).
Una cosa que he aprendido en estas dos últimas semanas ha sido a andar sobre la nieve y el hielo. Los zapatos que lleves influyen (un día descubres que algunos de los zapatos que tienes sirven para esto y otros no), pero lo más importante es la actitud. Consiste en andar creyendo en que no te vas a resbalar: con decisión, como si nada pasara, como si no estuvieras andando sobre un suelo no apto para andar. Vamos, andar a lo última cruzada. Y no tiene más, no te resbalas. Ahora, pobre de ti si la duda te inunda por un momento.
Y nada, qué más cosas hemos hecho desde que no escribo? Mm... La semana pasada estuvimos en Barcelona. Yo es que parece que sea incapaz de ver un Barcelona-Madrid en un ambiente favorable, o al menos neutral. O bien vivo en Barcelona, o bien vivo en Suiza y me voy a verlo a un club del Barcelona, o bien vivo en Alemania y vuelvo a Barcelona a verlo. Pero bueno, la verdad es que ver un partido rodeada de gente del Madrid me resultaría muy extranyo. Y no fue tan humillante como se esperaba. Y aparte de eso, el viaje estupendo, lo pasamos muy bien (muchas gracias a todos los alojamientos, se duerme estupendamente en vuestras respectivas camas y sofás :)).
Por otra parte, Nacho ayer hizo una entrevista para pasarse un par de anyos abriéndole la cabeza a unos murciélagos. Suena estupendamente (...) y esa gente parece que quiere dejarle al cuidado de los bichos, el único problema es que se ve que hay que conseguir un papel para que te dejen jugar con neuronas de animales (melindres...). Así que no está clara la cosa.
El domingo salimos para Alicante, y si no hay ningún follón de trenes o aviones, por la tarde estamos allí. La putada es que yo tengo en la cabeza que cuando volvamos el invierno ya se estará medio acabando... y me da que no va por ahí la cosa. En fin, en Murcia que nadie me pregunte por qué voy sin abrigo.
viernes, 5 de diciembre de 2008
Sushi
miércoles, 3 de diciembre de 2008
Verónica's presentation
Y es posible que las próximas semanas me dedique a algo en lo que quizá pueda aprender alguna cosa relacionada con lo que en teoría vine a aprender (!). No programar (que me gusta, pero para eso no vengo aquí y me quedo programando algo más chulo que una hoja de Excel) y no hacer más que los powerpoints y las gráficas colaterales necesarias (que no son pocos, porque nada en este mundo se explica sin powerpoints y gráficas, ni siquiera al tío que se sienta a tu lado, a este también se le envía un powerpoint con gráficas). Veremos.
sábado, 29 de noviembre de 2008
Perdiendo la dignidad
En fin, estoy en el supermercado, que se llama Tegelsmann pero es una especie de Dia, por el tamaño y lo apretados que están los pasillos, que en algunos no caben dos personas cruzándose. Estoy ahí mirando la lista y cagándome en Victoria porque me doy cuenta de que he sido engañado y me ha tocado comprar todo lo que pesa: harina, zumo, leche, azúcar, tomate triturado, etc. y en esas un alemán me llama la atención y me dice que algo pasa. Dejo la cesta en el suelo y el tío se pone a señalarla, hasta que me doy cuenta de que el azúcar se está vertiendo. Estupendo, le doy las gracias y el hombre se va. Miro el paquete de azúcar y queda menos de la mitad. Me quedo mirando el rastro que he ido dejando como Pulgarcito y la montañita de azúcar que tengo a mis pies. Se me ocurre darle unas pataditas en plan aquí no ha pasado nada pero sólo consigo empeorarlo. Decido abandonar la escena y salir de allí cuanto antes. Devuelvo el paquete de azúcar a su estantería y cojo otro. También está abierto. Me digo, coño, ya están estos alemanes con sus cosas raras, ahora paquetes de azúcar abiertos. Me lo llevo cuidando de que no se vuelque, lo voy mirando todo el rato y enderezándolo si se tuerce un poquito, como si llevase un pollito en la cesta.
Me pongo en la cola. Hay bastante cola los sábados. Espero allí, temiendo que en cualquier momento venga un empleado a decirme que la he liado con el azúcar, que han descubierto el estropicio y que no entienden por qué he vuelto a poner un paquete a medias con los otros paquetes en lugar de seguir a saber qué regla que desconozco que tienen los alemanes. Porque esto es así: hay momentos en los que sabes que estás violando una regla que desconoces, notas su peso, sabes que en cualquier momento alguien saldrá parloteando indignado, tú no entenderás nada y al final tendrás que decir: lo siento, lo siento, lo siento, como cuando atropellaron a Victoria. Hay que pedir perdón por todo.
Al final me toca el turno. La cajera es de las que le hacen un interrogatorio a cada cliente: Hola, buenos días, ¿Aquí empieza lo suyo? ¿Llega hasta aquí? ¿Tarjeta de cliente? ¿Pagará con tarjeta de crédito o en efectivo? ¿Quiere el ticket? ¿Quiere los puntos? Buen fin de semana. Preguntas que hay que estar concentrado para entender en alemán y responder con el monosílabo adecuado, so pena de quedarte mirándola con cara de tonto y que los de la cola se impacienten. Así que estoy concentrado en abrir una bolsa mojándome los dedos mientras la cajera me va lanzando preguntas y me siento como Pedro Duque cuando le mandaron en la prueba final resolver un puzzle mientras le preguntaban cosas en varios idiomas, y en esas dice Nicht gut! (¡no bueno!) y señala el paquete de azúcar abierto. Me dice que está abierto y que si quiero cambiarlo. A mí es que me da igual. Titubeo, le digo que se lo quede, se extraña y me vuelve a preguntar que si no quiero cambiarlo. Yo el azúcar no lo quiero para nada, es para el café de Victoria, a mí me da igual. Vuelvo a titubear, le digo que me lo llevo así, pienso que total yo lo he cogido sabiendo que estaba abierto y me parecía bien cuidarlo como un pollito. Pero ella se me queda mirando con unos ojos azules que parece que estén vacíos como si yo fuera de otro planeta. Le parece increíble que quiera llevarme un paquete de azúcar abierto y está flipando. Entonces, ya sin decir nada para no cagarla más, me vuelvo corriendo para adentro del super pidiendo perdón a cada uno de la cola que se tiene que apretar a un lado para dejarme pasar, voy hasta el azúcar de las narices y allí veo que los paquetes de la primera fila están todos abiertos, pero que detrás hay cerrados. Cojo uno, me lo llevo a la caja, vuelvo a pedir perdón a toda la cola, me lo aceptan. Pago y me voy.
Pero esto no es todo. Estoy volviendo a casa llevando una bolsa grande en cada mano y pensando en el azúcar y pasa por al lado mío un tío que es idéntico a un francés MUY gilipollas que conocimos en Suiza. Pienso en qué haría si me lo encontrase, en si le saludaría, o si pasaría de él o qué hacer si te encuentras con alguien al que no aguantas en otro país. Y decido que le sacaría la lengua. Pensando en esto, y como estoy solo, se me ocurre sacar la lengua así como los niños pequeños y apretando las cejas. No sé, simplemente se me pasa por la cabeza y lo hago. Y cuando tengo la lengua apretada y toda fuera de la boca miro delante mío, a dónde está apuntando mi lengua y hay un coche aparcado en batería con dos señoras dentro mirándome de frente, y yo les estoy sacando la lengua. Entonces no sé qué hacer. Empiezo a hacer cosas con la lengua como si me doliese, o tuviese un problema, o a lo mejor como si fuese retrasado, porque es mejor parecer retrasado y dar penita que parecer un absoluto gilipollas que les está sacando la lengua como si tuviese cinco años.
Llego a casa y resulta que con todo el rollo del azúcar se me ha olvidado mirar la lista y me he dejado el tomate triturado, que era lo más fundamental de todo porque es la base de la comida que vamos a hacer, y tengo que volver al supermercado. Decido ir a otro que está más lejos para no volver a encontrarme con el rastro de azúcar y aquella cajera y que piensen que soy el perturbado de la calle. Compro algunas cosas más, entre ellas unas tijeras de cocina. En fin, ya que estoy acabo haciendo la compra de Victoria porque es tontería estar allí, en un supermercado lejos de casa, no comprar más que un bote de tomate y volvernos los dos solos, el bote y yo, solo para putear a Victoria y forzarla a bajar a comprar luego.
Y ya lo último, llego a casa, miro las tijeras de cocina que he comprado y resulta que han puesto un cordoncito de algo bastante resistente que para cortarlo necesitas unas tijeras. Y pienso que estas tijeras son como Victoria, que para ir a comprar zumo necesita beberse un zumo. Y así empieza el día.
miércoles, 26 de noviembre de 2008
El arte de ser jefe
Jefe: "Esto es así porque blablabla"
Trabajador: "No, yo creo que es así porque blablabla"
Jefe: "No, es así porque..."
Trabajador: "Eso es cierto, pero en realidad es así porque..."
Jefe: "No, ..."
Trabajador: "Sí, ..."
Así hasta que un tercero ha tenido que intervenir y decir que había que dejar hablar al pobre sueco (y descansar a los demás, Housbru estaba dando unos cabezazos de escándalo).
Pero el sueco al menos ha presentado, cosa que no me ha sucedido a mí. Cuando ha acabado, el jefe de departamento (ese gran amante de los estudiantes y gente que no pertenece realmente a la empresa en general) ha dicho "Me tengo que ir, dejamos la presentación de Verónica para la semana que viene." Todos hemos entendido que se refería a mi presentación, Housebru ha dicho "Bueno, o mejor dejamos la presentación de Victoria para la semana que viene" ("indirecta" que el jefe no ha entendido y ha habido que explicarle, pero que a todos los demás nos ha hecho mucha gracia), y nada, hasta la semana que viene.
Luego te piden perdón en su nombre, se ríen de él a sus espaldas continuamente... Pero ahí está de jefe.
Hoy me piro a las cuatro.
domingo, 23 de noviembre de 2008
Encuentros
Me siento a las nueve de la mañana en el metro. Mirando al trozo de suelo que me ha tocado delante, veo unos zapatos de mujer, un poco viejos y un poco sucios. También un trozo de piernas y el principio de un abrigo. Levanto la vista y aparece un enorme abrigo de visón, de los que solo había visto en películas. Sigo subiendo y cuál es mi sorpresa al descubrir que la cabeza de la persona portadora del abrigo también es de película: de Braveheart, concretamente. Un hombre con el pelo largo, ondulado, sucio, con barba de días, sin maquillar y probablemente sin duchar.
No sé..., uno está preparado para encontrarse un travesti, pero no un hombre de las cavernas con un abrigo de bisón. Yo juraría que en Barcelona no había cazadores de mamuts en el metro a las nueve de la mañana.
jueves, 20 de noviembre de 2008
A petición de Eva
Y eso que el campo estaba mucho mejor que el primer día... En fin, es una pena, pero estuvo genial. Hay que ir al quinto coño, atravesar un descampado gigante sin una puta luz que en España no se me ocurriría pisar, hoy aguantarse con dolores varios... Pero me encanta. Palos a gusto no duelen, que dice mi madre.
martes, 18 de noviembre de 2008
domingo, 16 de noviembre de 2008
Fútbol :)
Lo único malo es que la primera mitad de la liga ha acabado justo hoy, y hasta abril no empieza la segunda vuelta. Pero bueno, aún quedan un par de entrenamientos y creo que en febrero o así empezarán otra vez. Después de tanto tiempo sin jugar, puedo esperar dos meses más.
Por cierto, juegan a fútbol de verdad. Bueno, a fútbol 7, para ser más exactos. Pero vaya, que se juega en césped. O al menos se juega en césped cuando no se juega en casa, porque en casa lo que tienen, tenemos, es un barrizal. El miércoles aparecí allí para mi primer entrenamiento con mis bambos normales y corrientes. Y aprendí una cosa: unos bambos normales, en un palmo de barro, se convierten en unos patines. Conseguí no caerme ninguna vez, pero me lo tuve que currar.
Así que mañana voy a comprarme mis primeras botas de tacos. Nunca es tarde, se supone. Desde luego ilusión no me hace poca. :)
lunes, 10 de noviembre de 2008
Cosas que no hay que olvidar
1. El hecho de que una persona haya estudiado una o varias carreras de las consideradas "difíciles" nunca excluye la posibilidad de que esa persona sea subnormal. Especialmente comprobado en ingenieros.
2. No importa el grado de subnormalidad y la ausencia de virtudes mostradas por un tío: siempre es posible que su novia esté buena, sea simpática, educada, agradable y parezca lista. No tengo constatación, pero seguro que es extensible a cualquier combinación novi@-novi@.
lunes, 3 de noviembre de 2008
El gnomo
El primer encuentro, sin embargo, fue considerablemente espeluznante. Me encontraba sola en el sótano, en la habitación de las lavadoras, tratando de averiguar en cuál de las tres cavidades colocar el suavizante y en cuál el detergente (¿por qué sobra una?), cuando una voz que no habría identificado como humana de no ser porque parecía pronunciar algún tipo de sílabas, me pegó un susto de los que uno sabe que le matarán algún día. Levanté la vista hacia la puerta y me encontré una especie de señora mayor de menos de metro y medio, pelo blanco despeinadísimo, nariz roja, ropa extraña y cara de escasa cordura. Para más inri, por algún motivo incomprensible, iba descalza (y con descalza quiero decir descalza, con los pinreles al aire).
El ser parecía tratar de decirme algo, porque abría la boca mientras miraba hacia mí, pero en la secuencia de sonidos que me llegaron no conseguí identificar ni una sola palabra del alemán (que es lo que uno espera que hable aquí la gente, por extraños que parezcan). Después de varios intentos de transmisión de información por ambas partes, mi interlocutora pareció entender que yo era alguien venido de España que viviría en el edificio por el momento. Lo de venir de España, aparte de parecerle tremendamente gracioso, provocó un cambio radical en su sistema de comunicación. A partir de ese instante decidió alargar cada sílaba hasta donde sus pulmones le permitían y acompañar cada palabra con un movimiento en el que intervenía todo el cuerpo, consistente en estirarse, manos en alto, por un momento, para después agacharse, bajando los brazos y doblando las rodillas en la medida de lo posible. El resultado fue que a partir de ahí sí que me fue imposible entender nada, a parte de: 1) le producía mucha risa y algo de desprecio que no entendiera alemán; 2) le parecía igual de factible aprender ella español que el hecho de que yo pudiera mejorar mi alemán.
Posteriormente nos la hemos vuelto a encontrar en varias ocasiones más. En todas ellas, trata de comunicarnos algo con ese sistema que implementó ad hoc el primer día, mientras nosotros la miramos con la sonrisa que uno pone cuando ni entiende nada ni tiene esperanza de conseguirlo. Hasta que al final, cansada de su infructuosa gesticulación y pronunciación, dice, esta vez con claridad meridiana: "¡Uuyyyyyyyyyy!, ¡¡qué mal entienden ustedes el alemán!!". Tras lo cual no nos queda más que huir, hasta la siguiente aparición.
miércoles, 29 de octubre de 2008
La ajetreada vida del intern
Desde luego están fatal esta gente... Digamos que en el departamento hay tres cosas que hacer: una guay, una menos guay y una muy guay. Antes de los cambios de la empresa, se dedicaban principalmente a lo guay. Ahora esa parte casi ha desaparecido y a cambio hay bastante más de lo menos guay y bastante más de lo muy guay. Y el reparto, por supuesto, es: trabajadores lo muy guay, estudiantes lo menos guay.
"Lo guay" son proyectos que encargan otros departamentos de la empresa, pidiendo asesoría sobre si hacer o cómo hacer alguna cosa. Como la empresa está patas arriba, los departamentos pasan de pensar en innovaciones y se centran en ver cómo salvan el culo. Así que no hay proyectos de estos. Poner de ayudante de un proyecto a un estudiante es la forma más fácil de mantenerlo entretenido durante meses. Si no hay proyectos, nadie sabe qué encargarle a un estudiante, aparte de cosas desperdigadas que no le apetece hacer a uno mismo. Cabe la posibilidad de que aparezcan proyectos nuevos en unas semanas, o eso ha insinuado Housebru. Pero no está nada claro.
Mientras tanto me toca dedicarme a ayudar con el trabajo que hacía el departamento que se ha fusionado con el nuestro, que son más estudios de mercado y esas cosas. Lo que ya hacían el sueco y el francés. No es que esté muy mal..., pero vamos, apasionante no es.
Los que no son estudiantes, dedican algo de tiempo también a estas cosas del mercado y más tiempo a "lo muy guay" (por comparación, se entiende), que incluye ver cómo hacer que la empresa no se vaya al garete. Todo lo que envuelve este tema es bastante secreto. A partir de ahora, en las reuniones de los miércoles se hablará principalmente de estas cuestiones, así que los estudiantes ya no podemos ir a las reuniones de los miércoles. Para qué firma uno papeles diciendo que no se va a chivar de las cosas si luego no le cuentan nada?
En fin, resultados generales de todo esto: sigo haciendo lo que nadie quiere hacer, pero los miércoles puedo llegar tan tarde como los otros días. O más; son las diez y media y siguen en el aquelarre matutino...
martes, 28 de octubre de 2008
El americano
Eso explica que salir de fiesta en circunstancias cualesquiera sea tan fácil para él como pestanyear. Pero bueno, esto no le va a quitar el mérito obtenido aquel día; también es bien sabido que las personas tienden a acomodarse, vengan del pasado que vengan.
lunes, 27 de octubre de 2008
La lengua de Mongolia
La verdad es que no he renunciado, pero estoy cerca. Lo que hago ahora, en vez de indignarme cuando les oigo decir "hombre, hablamos inglés porque es la lengua más fácil", es disfrutar de las maravillas del idioma internacional.
Conoces a una chica de madre griega y padre ecuatoriano. Hasta donde tú sabes, habla español, inglés, alemán y griego. Nivel de griego desconocido. Español perfecto, acento ecuatoriano. Alemán estupendo, sobre todo comparado con el de uno mismo. Inglés bien, normal, como todos. Alguien le pregunta, sorprendido por el dominio considerable de varias lenguas, que cuál de ellas habla mejor. A la chavala se le ocurre decir que lo que mejor habla es inglés. ¿Nos hemos vuelto locos? ¿Tan distorsionado está todo que una persona no es capaz de ver que hablando español pasa por nativa y hablando inglés no?
Extrañada, se me ocurre comentarle que su español es perfecto, incluso mejor que su inglés, según mi apreciación. A lo que contesta: "sí, bueno, por el acento". Sí, hija, sí. Por ese detalle del acento, y por ese otro de decir las cosas directamente, sin tener que buscar una palabra que te sepas.
Uno considera que sabe hablar inglés cuando puede explicar lo que quiera en inglés. Poder explicar cualquier cosa está muy bien, no es poco. El problema es que, entre poder explicar lo que quieras, y poder explicarlo como quieras, hay un paso grande.
En la lengua internacional el matiz no existe. Las cosas se explican como buenamente se pueden explicar. Tampoco existe el juego de palabras, ni el chiste complicado. Todo se convierte en primario. Da igual del tema que se hable, ya digo que se puede hablar de cualquier cosa. El problema es hablamos como si tuviéramos cinco años.
Y el asunto no queda ahí, en escasez de recursos. Esa es la parte de lo que uno no sabe decir. Luego está la parte de lo que uno en teoría sabe decir, pero que, en el intento de hablar con fluidez, también dice mal de vez en cuando. Una conjugación de la tercera persona del singular por aquí, un "people is" por acá, un "much" en vez de un "many" por allá. Cosas realmente fáciles. Pero mira, tonto que es uno.
Normalmente no eres consciente. Ves a universitarios que saben varios idiomas comunicándose entre ellos en una lengua que no es la de ninguno de los dos, y consiguiendo entenderse, que no está nada mal. Pero si uno tradujera a su idioma lo que se está diciendo... todos pareceríamos gilipollas. O niños de cinco años.
Aquel día de lo Oktober se me ocurrió preguntarle al americano que qué pensaban ellos al pasarse el día oyendo a gente hablar su idioma mal. No sé, imaginaros vivir rodeados de gente que habla una especie de pseudoespañol... Pues el tío me dijo que bien, que no había problema, que esa era la grandeza del inglés, que uno podía hablarlo como quisiera y no estaba mal hablado, que la gracia estaba precisamente en que cada uno lo hablara de su forma particular.
Y una mierda. No me lo creo. No me creo que americanos, ingleses y australianos no se partan de risa cuando se juntan, viendo a medio mundo chapurrear mientras dicen convencidísimos que no hay lengua más fácil. Yo desde luego me partiría. Pero me alegro de que no nos haya tocado. Por los pelos, por cierto, porque el nuestro también debe ser fácil, lo habla un montón de gente.
Por mi parte, el día que entienda un capítulo de House entero, consideraré que sé inglés. Hasta entonces aquí estamos.
miércoles, 22 de octubre de 2008
El padre de Alf
Buscamos un sitio para sentarnos en la barra. Entonces vino la camarera. Era una mujer con un escote salvaje que al vernos dio un respingo. No entendimos por qué. Pedimos dos cervezas y nos pusimos a ver cómo era el bar. El bar es una barra a medio metro de la pared (estilo Baobar) con un espacio al final con mesas, pero en el que no se sienta nadie. No se sienta nadie porque al final hay una diana y la gente del extremo de la barra juega desde allí. El capitán de ese grupo es un hombre calcadito al ruso de Rocky IV con algunos años más. De vez en cuando hace un brindis que todo el bar tiene que seguir, o le da un achuchón a la camarera. Sólo se le permite a él achuchar a la camarera. A lo mejor son novios, quién sabe. Sus amigos son gordos, beben cerveza y juegan a dardos. Entre ellos y nosotros está el padre de Alf.
El padre de Alf ha venido solo. Tiene detrás un saco de patatas, que habrá sido su excusa para ir al bar. Cuando miras en su dirección, el padre de Alf te sonríe. Si dejas de mirarle, te sigue sonriendo. Cuando el ruso de Rocky IV brinda, tienes que brindar con el padre de Alf.
Una cosa está clara pronto, en ese bar no ha entrado una mujer en mucho tiempo. Allí sólo tiene novia el ruso de rocky y es la camarera. Por eso cuando vio a Victoria dio un respingo. La gente juega a dardos, el ruso toca a la camarera y el padre de Alf nos mira. Para no mirar a ninguno, no vaya a ser que te hablen, miramos al frente. En la pared, sobre las botellas y los vasos, hay fotos de amigos de gente del bar. Fotos de gente del bar en cumpleaños de los hijos de los demás. El padre de Alf se va. En el otro lado hay más hombres én fila bebiéndose sus cervezas, que a veces brindan. El ruso de Rocky le regala una rosa blanca a la camarera, que nos invita a todos a chupitos. Estamos un rato más y hacemos un par de brindis. Al cabo de unos diez minutos, el padre de Alf vuelve. Sigue borracho. Nos pide que le dejemos pasar. Se ha dejado el saco de patatas.
Hombre, qué suerte...
En fin, lo mismo es. Así además les puedo ofrecer también a los del minidepartamento margi (lo han fusionado con el nuestro, pero no están invitados a las reuniones, buen rollito).
Ahora bien, el método es efectivo: creo que no llegaré tarde en un tiempo.
sábado, 18 de octubre de 2008
El alemán
El hombre bajó del coche un poco asustado, porque me di un pequeño coscorrón con el semáforo, pero no fue nada. Ya había frenado con brazo y pierna izquierda, que han tenido una semana complicada; así que lo de la cabeza fue bastante menos que la típica hostia contra el armario abierto de la cocina.
De todas formas, su saludo, aunque con cara de preocupado, fue: "lo siento mucho, pero es que ibas en dirección contraria". Yo sabía perfectamente que iba por la acera que no hay que ir (se supone que hay que ir por el lado derecho), de hecho tenía intención de cruzar a la otra parte lo antes posible, pero tampoco es raro ver alguna bicicleta por la acera izquierda y, en cualquier caso, uno no considera que merece ser atropellado por esa mierda de infracción. Le dije que sí, que ya lo sabía, que lo sentía, que creía que estaba bien y que no se preocupara.
Increíblemente, solo pararon dos personas a ver cómo estaba: el conductor y un chico de unos 35 años. Los alemanes son así. En España, si un coche atropella a una bici, se forma un corrillo de veinte personas mínimo que discuten sobre lo sucedido desde el primer momento. En Alemania dan por supuesto que dos son suficientes.
El conductor, en cuanto comprobó que yo parecía estar bien, dijo que su coche había sido dañado. Tenía tres rasguños en el parachoques, bajo el foco derecho. Eran como los rasguños que tienen la mitad de los coches ahí, pero este hombre decía que no los tenía de antes. Imagino que era verdad.
El chico trató de mediar, y el conductor le gritó que se callara, que era su accidente y que él lo arreglaba. A lo que el chico le empezó a gritar de vuelta, creo que diciéndole que aunque yo fuera en dirección contraria él tenía que haberse asegurado de que no venía nadie. Le pregunté, antes de que se fuera, que si se suponía que era culpa mía, aunque hubiera sido en medio de un paso de cebra en verde para mí. Me dijo que seguramente sí.
En Alemania todo el mundo tiene un seguro. Un seguro que paga cualquier cosa que puedas hacer: si rompes un cristal en casa de alguien, por ejemplo. Uno en general piensa que estas cosas no suelen pasar, pero los alemanes ven una locura ir sin seguro por la vida. Por suerte (y un poco por casualidad), sí que tengo seguro durante estos meses, así que le dije al hombre que estuviera tranquilo. Se planteó durante varios minutos si lo mejor sería llamar a la policía, o cómo hacerlo. Al final, una vez que el chico se había ido y él estaba más calmado, se conformó con que intercambiáramos los teléfonos.
Uno puede pensar que este hombre era un poco hijo de puta, por atropellarme y luego preocuparse por el rasgullo del coche. Pero no, no lo era. Parecía un buen hombre. Solo es que era alemán. En España alguna señora le habría pegado por tratar de arreglar el rasguño del coche acogiéndose a una ley después de lo que había pasado; en Alemania una ley es una ley, dan igual las circunstancias.
Yo a estas alturas estaba completamente convencida de que la culpa había sido mía, claro. En el empanamiento de la hostia, y en alemán, te pueden convencer de lo que quieran. Aún así le pregunté que cómo era posible que no me hubiera visto, si igualmente tenía que mirar si venían peatones. Dijo que el ángulo era muy malo, que no hay por qué esperarse que venga una bicicleta desde la izquierda, y que mi bici es negra.
Cuando nos despedimos me dió a entender que era posible que no me llamara. Me dijo que lo sentía, que se alegraba mucho de que estuviera bien, que él tenía hijos de mi edad. Yo le dije que lo sentía también. Y así quedó la cosa.
Al llegar a casa llamé al seguro, y el español que me atendió había vivido 30 años en Alemania. Según él, en un paso de cebra la culpa no puede ser mía, da igual si iba en la acera que no tocaba. De todas formas, si el hombre llama y finalmente resulta que se considera culpa mía, pues pagan estos la pintura del coche, no hay problema. El del seguro pronostica que no llamará y, de hecho, aún no ha llamado.
Hay que decir que, gracias a la caída del lunes, me asusté bastante menos de lo que habría asustado si se llega a juntar que me atropellen por primera vez con caerme de la bici por primera vez. El cuerpo aprende muy rápido. Eso sí, lo del casco se ha convertido en urgente, por si continúa este entrenamiento involuntario.
jueves, 16 de octubre de 2008
Novedades varias
Mi situación, de todos modos, es curiosa: por un lado sé que tengo que comprar el desayuno para la reunión, pero por otro lado no sé si tengo que ir a la reunión. Con la reestructuración todo está patas arriba, y alguna gente esté perdiendo un poco la chaveta. Especialmente el jefe departamento, que ya de por sí no la tiene muy en su sitio. Hoy se le ha cruzado un cable y ha dicho que quizá lo mejor sea que los interns no vayan a las reuniones a partir de ahora. Rollos de secretismos. Así que nada, con un poco de suerte me ahorro esas pelas.
Ahora como siempre con un sueco y un francés, los otros dos estudiantes de las inmediaciones. Bastante majetes.
La última semana y media me he dejado las gráficas de Excel para dedicarme a programar en Visual Basic. Me toca aprender ese lenguaje del diablo (del cual sabía tanto como de hacer gráficas en Excel), pero el salto cualitativo (en cuanto a entretenimiento) es considerable. Supongo que terminaré mañana, e imagino que volveré a las excitantes tareas del proyecto de HouseBru y Stefan, pero los que me encargaron el programilla creo que quedarán contentos.
La calidad de vida fuera del trabajo ha mejorado bastante gracias a Internet y al par de maletas de ropa y cachivaches que trajo la family. El fin de semana, por cierto, muy tranquilo. Sobrevivimos los cinco en los 53m2, sin más desgracia que mi hermano pasando las dos noches en vela, una por congelación debido a una ventana abierta (dejada a propósito por mí, pero con mi mejor intención), y otra porque tenemos un miembro de la familia que ronca como los ángeles.
Finalmente nos hemos viciado a Californication. Años después me he decidido a ver a Mulder no haciendo de Mulder. Y ha sido mucho menos traumático de lo esperado. La serie, por cierto, es estupenda.
Otro día más, hora de dormir.
martes, 14 de octubre de 2008
Primera lección para biciclistas
Hacía años que no me metía una hostia semejante. La cosa parece saldarse sin más que el lado izquierdo del cuerpo amoratado; conservo dientes y huesos intactos.
Una cosa que hace mucha gracia cuando estás sentada en el suelo tratando de recuperarte de haberte estampado con un bordillo mientras volvías a casa del trabajo a toda leche un lunes por la tarde tarareando una canción más contenta que unas Pascuas, es que venga un alemán y te diga que hay que tener cuidado con los bordillos.
Creo que me voy a comprar un casco.
martes, 7 de octubre de 2008
How far you go
En fin, la cosa se resume rápido. Entrada a las 5 de la tarde, una cerveza gratis, dos para los espabilados, tres para los más espabilados que en la primera no entregaron el ticket. Tras caer la primera ya estaba todo el mundo subido en los bancos. Y a partir de ahí todo rodado: coges una birra que no sabes de quién es por aquí, le preguntas a un companyero si él ve normal eso de salir de fiesta con el jefe por allá, te paseas por encima de la mesa aunque sabes perfectamente que no hay que pasearse por encima de la mesa mientras la senyora de al lado te dice que no hay que pasearse por encima de la mesa, le dices a otro companyero que aquella senyora es una aguafiestas, estás un par de veces a punto de caerte del banco, le demuestras claramente al jefe de jefes que no tienes de ni puta idea de quién es, estás a un pelo de hablarle a Housbru de sus parecidos televisivos... Lo normal. Y así hasta las once y media de la noche.
Al salir de la carpa sucedió un extranyo efecto que ya he visto varias veces en esta fiesta. La gente sale alcoholizada perdida, después de horas bebiendo y saltando, son las 23.30... y se quieren ir a casa. A uno, claro, se le queda cara de tonto, y trata de buscar a alguien cuerdo que esté de acuerdo en que lo único racional que se puede hacer en ese momento es irse de fiesta.
La suerte y la desgracia de ser la tía más joven de un grupo casi exclusivamente masculino, es que siempre hay gente que te sigue, propongas lo que propongas. Ya sea ir a disparar balines a una caseta de feria borrachos o salir de fiesta después de seis horas de Oktober trabajando al día siguiente. Así que allí estaba yo, tras conseguir que alguno me prometiera que luego íbamos a una discoteca, cargando balines con el rifle apuntando hacia el feriante, mientras el buen hombre me indicaba, con cierto enfado, que quería conservar ambos ojos.
Después del episodio de caza (en el que, a pesar de todo, conseguí por mí misma una puta mierda de minicorazón que ponía "I love you") comprobamos que, efectivamente, bastante gente se había ido ya a casa, pero que aún quedábamos seis o siete personas aparentemente normales. El problema es que de camino al metro, interrumpido por una parada para mear en el McDonalds, pasó lo de siempre: fueron cayendo. Hasta que quedamos tres.
Recordáis al coreanoalemán con el que me hice aquella foto? Pues este era el primero del grupo de los elegidos, pero no se le contaba como miembro con poder de decisión, porque (a todas luces debido a esa enzima que tienen aún más chunga de lo que la tenemos las tías) le costaba mantenerse en pie, así que iba sujetándole yo. Y recordáis a ese tío que el cumpleanyos a Housebru hizo una broma sobre un canguro que me hizo mucha gracia? Este era el segundo miembro de la expedición, y no podía haber estado más acertada cuando os dije que a este hombre había que seguirle la pista.
La situación es: un hombre casado de 35 anyos, americano, bajito, calvo, jefe de un departamento (ya he dicho varias veces que somos tres minidepartamentos en el departamento, pues él es jefe de uno de ellos), que tiene una reunión a las 8 de la manyana del día siguiente, con dos mindundis de diez anyos menos que él más borrachos que él, que quieren salir de fiesta... Y el hombre va, nos promete que nos lleva de fiesta, cuando todos se van mantiene su palabra de que nos lleva de fiesta, efectivamente nos lleva de fiesta... y además se le ve convencido de que irse de fiesta es lo que se debe hacer en ese momento. Por supuesto mi yo etílico se convirtió en fan de este senyor.
Por suerte dos de los tres de la comitiva estábamos suficientemente sobrios para saber que solo había que salir un rato corto, porque si no al día siguiente moriríamos. Y la cosa no se alargó más allá de una cerveza y unos cuantos saltos. Pero ahí queda la conversación de la noche, en mi inglés alcoholizado:
- Can I tell you something?
- Sure
- You know that you can evaluate people for how much money they have, how hard they work, how friendly they are...
- Yeap
- Well, I think that the only real measure is how far you go partying
- Absolutely
- And today you won
(- Puedo contarte una cosa?
- Claro
- Sabes que se puede evaluar a la gente por el dinero que tienen, por cuánto trabajan, por lo simpáticos que son...
- Síp
- Bueno, yo creo que la única medida verdadera es hasta dónde llegas saliendo de fiesta
- Completamente de acuerdo
- Y hoy has ganado)
martes, 30 de septiembre de 2008
Indumentaria de guerra
Lo más sorprendente del traje de tía es que consigue que todas parezcan tener tetas enormes. Todas sin excepción.No sé si eso tendrá que ver con que no se vea a ninguna con el traje de tío... Qué gente más rara.
En fin. Esta tarde vamos a la Oktoberfest todo el departamento. Veremos.
lunes, 29 de septiembre de 2008
Promesas
A pesar de tener ayer las luces suficientes para no beber más de tres litros y medio de cerveza a lo largo de la tarde, la cabeza no se puede decir que la tenga en su mejor momento. Y un lunes con resaca trabajando es una experiencia que aún no había tenido el gusto de vivir. Había visitado un campo de concentración con resaca, cosa que también debería disfrutar todo el mundo una vez en la vida, pero no había estado tratando de leer cien páginas sobre la transición de productos a servicios en el sector secundario con resaca. Así que aquí estamos, descubriendo nuevas sensaciones.
Al margen del malestar físico, otra maravilla de esta costumbre nuestra es recordar cada una de las cosas que se le ocurrió a uno hacer y decir en ese estado de enajenación mental. Ejercicio que siempre te aporta gratas sorpresas.
Gente a la que le prometimos cosas ayer en la Oktober, hasta donde alcanzo a recordar por el momento:
- A dos tíos enormes que hacen triatlón, les dije que yo también estaba interesada en hacer triatlón, y que empezaría a ir con ellos a nadar.
- A un par de chavales que viven en una ciudad más pequenya a dos horas de Munich, les prometimos que iríamos un fin de semana para allá, y les dijimos que, por supuesto, estaban invitados a casa cualquier fin de semana que quisieran.
- A una pareja de alemanes que (visto desde la lucidez del día después) nos parecen un puto conyazo, les prometimos quedar para una cena de comida espanyola, supuestamente cocinada por nosotros. Ellos traerán las bebidas.
Todas estas personas (y bastantes más) tienen nuestro teléfono, nuestro e-mail, o ambos. Los dos primeros compromisos pueden traer algo bueno, pero el tercero es realmente preocupante. Sobre todo porque parecían completamente decididos a llamarnos, y altamente ilusionados por el inminente descubrimiento de la gastronomía ibérica. Ahora nos planteamos si tirar la tarjeta alemana a la basura, o guardarla en un cajón por los próximos tres meses. Lo que es seguro es que la nueva manía de ir compartiendo nuestros datos de contacto con cualquiera que se cruce por delante dentro de esas carpas de perdición se tiene que acabar. Pero a ver quién convence al subconsciente, que claramente ha considerado que estamos en una ciudad nueva y que hay que conocer gente...
jueves, 25 de septiembre de 2008
De fiestas y desoficiados
Hoy hemos despedido a uno de los gilipollas. Al gilipollas lo han ascendido. Si no he entendido mal le hacen director de un departamento directamente relacionado con este, lo que hace que pase a estar por encima de los que eran sus companyeros hasta ahora. El gilipollas envió un e-mail la semana pasada invitando a todos a su fiesta de despedida, diciendo que lo había pasado estupendamente aquí los últimos tres anyos, pero que ahora era el momento de asumir nuevas responsabilidades, aunque, decía, nadie debía preocuparse porque seguiría estando "muy en contacto" con el grupo (aludiendo a que estaría "justo por encima" del grupo). Los gilipollas siempre tienen esa gracia natural para las bromas.
El caso es que hoy se lo ha currado y, acogiéndose al protocolo bávaro y a las fechas actuales, ha traído Weißbier para todo el que quisiera. La cerveza ha tenido más aceptación que el alcohol duro de los suecos, pero no todo el mundo se ha bebido el medio litro de Franziskaner que le tocaba. Lo que sí han hecho todos es zamparse un buen par de salchichas blancas (Weißwurst) de buena manyana. Puaj. Yo me he conformado con el Bretzel (el pan con forma de lazo de la foto, que por cierto es completamente fiel al menú de hoy).Aparte del bebercio, lo bueno de la reunión ha sido que me ha tocado al lado de una mujer con la que no había hablado, jefa del minidepartamento que hace más investigación de mercados y esas cosas. Majísima esta senyora. Normal, simpática, habladora... Me ha explicado un par de cosas interesantes, entre ellas que la situación del departamento (especialmente de mi minidepartamento) no era en absoluto normal, porque la empresa está en plena reestructuración (por la hostia mundial, claro), así que ahora no hay proyectos nuevos que hacer, y por eso mi jefe y sus companyeros están aburridos acabando algún fleco de algún proyecto antiguo y esperando a que todo se aclare para tener algo de curro. Eso explica también que Housbru tenga los problemas que tiene para encontrarme algo que hacer a mí. Ya me había contado más o menos que esto no es lo normal, pero esta mujer se ha explayado más (yo también he preguntado más Franziskaner en mano, por supuesto). Y se ve que la cosa se empezará a aclarar en octubre, pero no se sabe bien a qué altura de octubre. Así que ahí estamos.
Mientras tanto yo llevo dos días usando el trabajo como ciber. Housbru está estos días en unas conferencias, y de vez en cuando pasa por aquí y me pregunta preocupado si tengo algo que hacer. Le dejó encargado a otros dos que me fueran dando alguna cosilla, pero esos dos no están mucho más imaginativos, y aparte de una (adivináis qué?) gráfica que me encargaron ayer, parece que andan igual de perdidos que el resto.
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Wow, mientras escribía esto a venido el gilipollas 2 (que esta vez me ha caído bien, puede que me precipitara en ese juicio) a encargarme una cosa chula... Housebru seguía preocupado y ha ido buscando hasta que ha dado con alguien que me ofreciera algo que hacer. Qué extranyo es todo. xD
Pruebas de ineptitud alemana
martes, 23 de septiembre de 2008
Haciendo carrera
El miércoles pasado llegué a las 14.30 al curro. No porque me quedara durmiendo, ni porque el día anterior la liara y me encontrara en estado comatoso; es que fui a hacer de "modelo" para una foto del Annual Report de la empresa. Tan absurdo como suena.
Unos días antes un chaval coreanoalemán (persona con cara de coreano que habla alemán, especie relativamente frecuente en este país), que hace aquí su proyecto, me dijo que si quería ir con él a hacerme unas fotos para el Annual Report (revista con muchas fotos para los inversores). Resulta que él trabaja como ayudante de los que hacen la revista y tenía que buscar a algún intern que saliera con él en la foto. Otros anyos parece ser que habían cogido a "profesionales", pero esta vez había recorte de presupuesto.
Por supuesto mi primera reacción fue decir que no, simpática yo donde las haya, pero viendo que el muchacho no estaba preparado para semejante respuesta (en el extranjero son muy susceptibles), lo cambié por un "Bueno, es que a mí no me gustan mucha las fotos..., pero si hay que ir...". A lo que él contestó: "El fotógrafo es bueno, digo yo que saldremos bien..., es algo nuevo, y ese día seguramente no trabajarás". Con el último aliciente le sobraba.
Aquello quedó olvidado hasta que el martes recibí un e-mail que decía lo siguiente:
- Date/Time: Wednesday, September 17, 2008, 10.00 AM (Duration: approx. 2 hours)
- Location: St.-Anna-Platz, Lehel (in front of Café "Maria Gandl")
- Scene: You are visiting Munich as (backpacker) tourists and just did some sightseeing and shopping and are standing in front of a Café, checking the Munich map in your mobile phone.
- Clothes: Casual, rather colorful (backpacker like, e.g. jeans, sweater and sneakers). If possible, please bring 2 or 3 tops in order to have alternatives (there is a toilet in the Café where you can change).
- Make-up: light make-up (Victoria, not Patrick! :) )
- Requsites: small rucksack (backpack) and shopping bags, will be provided by me.
En resumen: me citaba en un café del centro de Munich, donde se suponía que mi companyero y yo teníamos que hacer de turistas que miraban el mapa de la ciudad en su móvil frente al escaparate de ese café. La parte buena es que había que vestir como turistas mochileros: vamos, con mi ropa normal. La parte mala es que la cosa sonaba a más montaje del que una habría querido.
Al llegar allí estaba solo el fotógrafo. Un tío rubio con gafas y cara de fotógrafo. Posteriormente llegó un ayudante del fotógrafo, una estudiante de fotografía, la tía de la empresa que se encargaba del asunto, un director de escena, mi companyero y yo. Que no son pocos. La siguiente hora y pico transcurrió entre discusiones del director de escena, el fotógrafo y la de la empresa, acerca de si poner mesas cuadradas o redondas en el fondo, si sacar el toldo de la cafetería medio metro o metro y medio, si darnos una mochila Puma o una marca la pava para llevar encima, si esperar a que saliera el rayo de luz o quedarnos con una atmósfera más invernal, y dudas metafísicas semejantes. Después de eso nos colocaron en una loseta mirando los dos el móvil que sostenía el coreano, y después de varios "juntaos más, la cabeza más alta, no tapes tanto el móvil, poned cara de friendly", el tío empezó a echar fotos como un loco. Posteriormente, milagros de la era digital, la comitiva se retiró a deliberar sobre las fotos, y volvieron con alguna otra indicación, más todas las anteriores. Así hasta tres veces. Unas 60 fotos, creo yo. Cuatro horas y media. Ver para creer.
Cuando salimos de allí a la una y media, el coreano y yo nos fuimos a meternos una pizza y un litro de cerveza, así que, aunque aparecí por el trabajo después, el día fue bastante poco productivo. Lo cual hizo que la segunda parte de la semana se resintiera apreciablemente.
Dicen que las fotos están bien, que nos darán la que elijan en tamanyo XXL. Ya os la pasaré para que os riaís como corresponde. Ahora, una cosa está clara, los interns estamos para un roto y para un descosido. El recuento de trabajos sucios del mes va por: hacer todas las gráficas de Excel imaginables, preparar la fiesta de cumpleanyos de mi jefe, y hacer de modelo de foto. Veremos qué es lo siguiente.
lunes, 22 de septiembre de 2008
La Oktober
Una de las cosas que le gusta a Nacho de Alemania es que los alemanes son gente muy civilizada. Es cierto, son muy civilizados. Normalmente vas a cenar a algún sitio y el silencio y la tranquilidad son sorprendentes. Pero es porque se pasan el año reservándose para esta cosa. Alguno de los que conocimos nos dijo que normalmente iba unas ocho o nueve veces durante estas casi tres semanas. Eso viene a ser ir día sí y día no. Yo me lo pasé muy bien, pero el domingo pensaba que no me volvían a ver el pelo por allí (aunque ahora ya pienso que seguramente el sábado que viene me habré recuperado totalmente). Si consigues ir nueve veces, y hacer el animal como se hace allí las nueve veces, es normal que te pases el resto del año siendo una persona civilizada.
viernes, 19 de septiembre de 2008
Puto clima continental
martes, 16 de septiembre de 2008
La vida del Otro
El día 1, justo antes de venir a Múnich, encontré pegada a una farola una petición desesperada de ayuda que decía en letras grandes, gruesas y negras como un Pollo: "Necesito un aplicativo". Más abajo se extendía: necesitaba que alguien le hiciese un programa para extraer datos de listados de empresas y guardarlos en Excel sin dejarse los dedos y la vida copiando y pegando. Se despedía dejando un teléfono y la promesa de pagar si se resolvía su problema. Conmovido por la llamada sincera de auxilio, llamé y conseguí el trabajillo.
Se trata de hacer algo en que, con una página web abierta, uno clique en los campos que le interesan y el programa recuerde la estructura de la página y los campos seleccionados. Entonces se le pasa una lista de páginas y él solo las va abriendo y guardando los datos en una tabla de Excel. Al final te queda una tabla con el nombre, la dirección, el e-mail, etc. de cada empresa. Más tarde, cuando fueron concretando, me di cuenta de que se dedicaban al noble arte del SPAM.
Al día siguiente llegué a Múnich y me puse manos a la obra. Pensé en hacerlo como extensión del navegador Firefox. Las extensiones son añadidos a Firefox que la gente programa y añaden funcionalidades nuevas. Por ejemplo yo tengo una para que si hago doble click en una palabra me abra una pestaña con el resultado de buscarla en un diccionario de alemán. El principal problema que me encontré para hacer una aplicación para internet que pasase datos a Excel es que no tengo ni internet ni Excel. Al día siguiente vino Vito quejándose de que trabaja todo el día en Excel. Dios le da pan al que no tiene dientes.
Así que con una mano en cada huevo me fui a mi cibercafé de confianza con un pen drive de 128 megas y me bajé lo que encontré sobre cómo hacer extensiones de Firefox, unas cuantas ya hechas para ver cómo las habían parido y algunas páginas web de ejemplo para probarlo. Encontré una extensión similar (en lugar de guardar los campos que te interesan recuerda donde están para no mostrarlos más, y así ahorrarte el spam) y me puse a modificarla. Es decir, que acabé adaptando una herramienta para combatir el spam a sueldo de un spammer.
Cuando uno está programando, a cada poco va probando el resultado. Metes una cosilla nueva, guardas y lo pruebas a ver si funciona. Cuanto menos lo pruebas, menos seguro estás de donde la has cagado en el trozo nuevo que has hecho. Yo hago esto de forma compulsiva, a lo mejor una vez cada minuto. Pero claro, cuando es una aplicación de internet hay que probarla en internet. Y cuando no sabes cómo funciona algo más allá del pequeño manual del pendrive, lo buscas en... internet. Al parecer nadie ha pensado que quieras hacer extensiones de Firefox sin internet, así que todo son webs.
El cliente se mosqueó un poquillo cuando a su petición de pasarme por su oficina (está cerca, dijo, aquí en Cornellà) le contesté que estaba en Múnich, así que preferí que no se enterase de que no tenía internet ni Excel.
Entonces lo que hice fue apuntarme en una libreta qué cosas probar y qué cosas buscar en internet e ir dos veces al día al cibercafé. Para la parte del Excel le envío por la noche ficheros a Vito para que los abra en el trabajo y me envíe de vuelta otros por la mañana. El resto del tiempo lo pasaba programando tumbado en nuestro colchón hinchable con el ordenador calentándome la huevera. A veces fantaseaba con qué pensarían los vecinos al verme tecleando en un portátil sentado sobre un colchón hinchable en una habitación vacía. La escena me recordaba al piso franco de la película, precisamente, Múnich. Cuando fuimos a Ikea insistí en comprar un somier reclinable, que ha mejorado mucho mis condiciones.
Y todo iba más o menos así hasta que una mañana la pantalla mi ordenador murió y tuve que volver a empezar el programa en el ordenador de Vito. En estado de alerta máxima, la rutina en los días siguientes fue: despertarse, programar, visita al ciber, comer, montar muebles de Ikea, saludar a Vito, programar, visita al ciber, dormir.
El ordenador de Vito funciona siempre algo mal, y nunca tiene lo que uno necesita, sea lo que sea. Por ejemplo, su Firefox no deja instalar extensiones nuevas, lo que me dificultó bastante programarle una extensión. Tampoco tiene música. La compañía la aporta pues una planta de albahaca que compré en el super por dos euros.
Por suerte encontré un programa que hacía prácticamente lo mismo que ellos querían y conseguí que accedieran a comprarlo y yo les redactaría el manual y ejemplos explicativos a cambio de cobrar algo menos. Como no era perfecto, hice un segundo programa para acabar de arreglar el resultado del que han comprado. También me han pedido uno nuevo para sacar las direcciones de correo automáticamente a partir de listas de nombres de empresas.
Últimamente las cosas van algo mejor. Traté de arreglar el ordenador. Primero hablé con el servicio técnico español, donde me enviaron a hablar con los alemanes. Los alemanes respondían a las descripciones largas de mi problema diciendo que era de Windows (?) y que era cosa mía. Al final les convencí con la siguiente descripción del problema: "Mein Bildschirm ist schwarz. Immer. Von Anfangen zu Ende" (Mi pantalla es negra. Siempre. De principio a fin). Finalmente ayer me trajeron a un alemán a casa para arreglármelo. Qué hombre. Un tipo vestido con un jersey de abuelo de lana verde, de facciones grandes, con el arco de las cejas muy prominente y unas manazas de cortar troncos que iba desatornillando a toda velocidad de la forma más sistemática que se puede imaginar. Recordaba fuertemente a las películas del ejército, cuando el sargento ordena que desmonten y monten el arma cronómetro en mano. Era imposible no imaginárselo hace 65 años con un casco nazi desencasquillando su MP40 sobre la nieve. Tardó en desmontarlo absolutamente todo, cambiar la placa madre y volverlo a montar unos diez minutos. Se despidió con un "Servus, Herr Nacho" y apuntó en el recibo "El cliente está contento" (Kunde ist zufrieden). No lo sabes bien, amigo protonazi.
Un día volví del cibercafé y descubrí que la compañía de internet nos había dejado el router. La solución a mis problemas. Con gran alborozo estuvimos descifrando durante toda la tarde el manual para instalarlo en alemán. En vano. Al final desciframos en una carta adjunta que hasta el día 23 no nos darán de alta.
He encontrado una oferta de trabajo cerca de casa y exactamente de lo mío en una empresa en la que además parece que buscan gente que hable español (hacen programas para aprender idiomas). No he escrito aún porque mi currículum estaba en mi ordenador y porque necesito internet para prepararme la entrevista. Por otra parte, acabo de ver que he cobrado de la gente del SPAM el primer pago. El meñique que me jodí en bici sana bien y ya casi no me duele al teclear. El futuro pinta bien.
Así que ahora, con ordenador, esperanza de internet, y todos los muebles montados, escribo esto mientras me como una Bratwurstchenken Fränkische Art caducada aromatizada con albahaca. Como dicen, las fechas de caducidad son para asustar a las madres.
Ahora voy a guardar esto en el pendrive y lo publicaré cuando vaya al ciber. ¡Salud, españoles!
domingo, 14 de septiembre de 2008
El Club del Pollo Negro
Nacho, en sus pesquisas por la zona tratando de buscar tiendas en las que comprar destornilladores y otros utensilios imprescindibles estas dos semanas, había visto un bar de beber con buena pinta muy cerca de casa. Así que hacia él nos encaminamos el sábado por la noche al salir del Carlitos. Es un sitio oscuro, con una barra llena de gente, bastantes mesas y taburetes de madera. Entramos, nos sentamos y, cuando estamos a punto de levantarnos a pedir, aparece un senyor con escaso pelo y cara de pocos amigos, que pregunta:
- "Pertenecéis al Club del Pollo Negro?"
A lo que Nacho, en un encomiable intento de integración en la lengua germánica contesta:
- "Zwei Bier, bitte" (dos cervezas, por favor)
El hombre, que incomprensiblemente muestra claros signos de disconformidad con la respuesta, insiste:
-"Sois del Club del Pollo Negro?"
En esta ocasión voy yo:
-"Entschuldigung, ich verstehe nicht" (disculpe, no entiendo)
Llegados a este punto, la cara de pocos amigos empieza a tornarse en cara de mosqueo evidente, el senyor saca una cartulina roja del bolsillo que nos muestra cuan Medina Cantalejo y, en un perfecto inglés-alemán, increpa:
- THIS-IS-EIN-CLUB.
Nosotros (ya medio levantándonos):
- Aaahhhh.
El hombre, calmándose un poco:
- Para ser del club tenéis que pagar un euro. Acompanyadme.
Por supuesto, ante semejante situación a uno no se le ocurre decir que no quiere ser del Club del Pollo Negro. Menos si el Club del Pollo Negro está a treinta metros de la puerta de tu casa. Así que allá fuimos con nuestro euro. Firmamos en una hoja, y recibimos sendas cartulinas rojas con un gran pollo negro, en las que pusimos también nuestro nombre, convirtiéndonos en los flamantes miembros 9624 y 9625 del Club del Pollo Negro.
Una vez que uno supera la bienvenida, el local podría pasar por un bar normal y corriente... De no ser por unas fotos de pollos (digo pollo, pero seguramente sería más preciso decir gallo) de todas las clases, de feos a feísimos, que decoran la pared. Y de no ser por un senyor calvo con perilla y un tatuaje de la oreja a la mano, que se pasea incesantemente por el bar dando la mano a todos los miembros masculinos del club y besando la de todos los femeninos, con una frecuencia de mano/beso cada media hora (es decir, en horita y media te tocan tres besos). Viéndole uno nota que, lejos de lo que se pudiera pensar, pertenecer al Club del Pollo Negro no es ninguna tontería, pues este hombre es la viva imagen de la frase final de Leo Di Caprio en "La Playa":
"Lo importante no es a donde vas, sino cómo te sientes en el momento en que llegas a formar parte de algo."Aunque sea del Club del Pollo Negro.
(Nota: Queda claro con esto que cualquiera que desee honrarnos con su visita tendrá que venir preparado para convertirse en miembro del Club del Pollo Negro.)
sábado, 13 de septiembre de 2008
La gesta del segundo sábado
El otro día nos llegó una publicidad de unas bicis a buen precio en un supermercado que está a unos diez kilómetros de casa. En U-Bahn es un momento. Y en bici tampoco es excesivo... A menos que nunca hayas montado en bici. Lo cual era el caso de Nacho.
Pero para allá que nos hemos ido esta manyana a las doce, con los siguientes objetivos por delante:
1) Llegar al lugar y comprar dos bicis.
2) Que Nacho aprendiera a montar en bici.
3) Conseguir volver a casa.
Por supuesto, siempre teníamos la opción (creo que ilegal, pero opción al fin y al cabo) de subir la bici en el U-Bahn (el metro de aquí, más o menos) y volver tranquilamente. Pero qué gracia habría tenido eso?
Elegir una bici, comprar las herramientas necesarias para girar todo lo girable de la bici, medio montarla (estaba sin pedales y con el manillar mirando para Albacete), hincharle las ruedas, y demás cosas por el estilo, nos debe haber llevado un buen par de horitas. Y después de eso nos hemos encontrado en la puerta de un supermercado a las afueras de Munich, sin puta idea de hacia donde estaba el centro, sin mapa (por supuesto) y con una bici cada uno.
Afortunadamente, aprender a montar en bici cuando eres mayor es más fácil que cuando eres pequenyo (por aquello de que te llegan los pies al suelo). Afortunadamente el primer par de kilómetros eran por una senyora acera de diez metros de ancho. Y afortunadamente el ninyo ha estado bastante inspirado. Así que una horita y pico más tarde hemos conseguido llegar hasta la esquina de nuestra calle en perfectas condiciones. Y un minuto más tarde hasta la puerta de casa sin más desgracias que un dedo menyique contusionado por la mala costumbre de frenar agarrándose a lo primero que uno ve (una farola, en este caso).
Los sábados empiezan a dar miedo.
martes, 9 de septiembre de 2008
Confirmado
Ah, lo tengo rondándome por ahí desde el primer día... pero hoy he ido a Google Images, por si la memoria me traicionaba, y no hay duda posible:
Actualización: Joder, para ser difícil buscarme algo que hacer ha tardado bien poco en enviarme un mega e-mail con algo que empieza a no ser tan fácil (ni tan rollo). Básicamente me ha pasado un trozo de su supuestamente escaso trabajo. Pero bueno, bien está. Antes que el e-mail ha llegado él mismo a decirme que me había enviado un e-mail. Por supuesto estando yo en plena elaboración de mi collage. Afortunadamente ya cambio las mierdaventanas de Windows con soltura...
Actualización 2: Jaja, y medio minuto después ha enviado un mail diciendo que nos invita a las cuatro a tomar tarta porque está a punto de hacerse un anyo más sabio (en inglés le ha quedao mejor). Qué majete HousBru. :)
Actualización 3: Posteriores diálogos con HousBru del día de hoy:
(Cuando estaba a punto de empezar a hacer lo que me ha encargado hoy):
- "Me ayudas con una cosa?"
- "Sí claro"
-"Tarea especial. Es que es mi fiesta de cumpleanyos... y tengo que recoger las tartas y las bebidas... Y seguramente no podré con todo.
...
-"Bueno, y hay que buscar algo para que hagas, aparte"
-"Bueno, la verdad es que ahora sí que tengo trabajo"
-"Sí. Hagamos que dure"
...
-"Tú crees que es suficiente bebida para 20?"
-"Coge otra de champán"
...
(Volviendo de la tienda, yo con las tartas, él con las bebidas)
-"Tantos anyos de estudio para que luego te encarguen esto... eh?"
-"No, no... está muy bien."
Por otro lado he descubierto a un crack en el departamento. Bueno, es que esto es un departamento de unas 25 personas, dividido en tres minidepartamentos, y el tío este no es de mi minidepartamento, así que no le conocía. Mientras HousBru servía nervioso su tarta de cumpleanyos (buenísimo HouseBru nervioso preparando las cosas), se ha hecho un poco de silencio incómodo en la sala con los veintipico allí.
- "Bueno, Bruce, cuenta para los nuevos esa historia del día que te despertaste desnudo abrazado a un canguro."
Hay que aclarar que Bruce es australiano. Es una parida, pero a mí me ha hecho mucha gracia. xD A este senyor hay que seguirle la pista.
Uy, las cinco. Vaya día de curro.
domingo, 7 de septiembre de 2008
Visita a la Fortaleza del Mal
La cosa se agrava si, en lugar de ir a buscar un mueble concreto para completar tu ya amueblada vivienda, lo que quieres es amueblar COMPLETAMENTE tu apartamento. Se complica más si tan solo has hojeado durante cinco minutos un catálogo que por casualidad apareció en tu buzón el día anterior. Más si en vez de en un coche o furgoneta vas en transporte público. Más si un somier no es un somier sino un Lattenrost. Y más aún si, en general, pretendes seguir pensado con las normas de la vida de ahí fuera, y tratas de ignorar que te encuentras, por un día, en un mundo desconocido (por ti al menos, hay otros que parecen completamente adaptados) que funciona con sus propias normas.
No te dejes enganyar por el hecho de que tu madre vaya a Ikea los sábados por gusto. Ella sabe recitar el catálogo al revés, elige un único mueble que ni si quiera le es imprescindible, va un día a mirarlo, va otro día a comprobar que le sigue gustando, y vuelve un tercer día a cogerlo con la ayuda de tu padre. Pero ese puede no ser tu caso. Si te encuentras ante la gesta Amuebla Tu Casa En Un Día, esto son cosas que hay que saber:
- Apunta en el papelito SOLO lo que REALMENTE NECESITES. Todo lo demás no hará más que desviarte del objetivo principal, que no es pequenyo.
- No dudes. No apuntes dos lámparas pensando que ya decidirás luego cuál quieres. Ese "luego" no existe. Luego tendrás un papel lleno de números y nombres que no sabes a qué corresponden.
- Si una dependienta te dice en alemán que no te preocupes si en la ficha informativa del mueble no aparece el numerito de la estantería en la que lo tendrás que buscar posteriormente, no hagas caso: preocúpate y, si es posible, elige otro mueble. La salud es más importante que tener todo a juego.
- Cuando te veas desfallecer ve a comer, al final de la exposición de muebles hay un bufé que funciona de forma normal y corriente, no son TAN sádicos.
- Sal de la exposición sin un atisbo de duda acerca de lo que quieres: si dudas no estarás preparado para la fase final.
- Trata de pasar con los ojos cerrados el enorme espacio entre la exposición de muebles y el almacén de muebles: no es momento de comprar alfombritas, ni vasos, ni mierdas semejantes. Es muy importante salir libre de carga y completamente cuerdo de esta sección (que no brilla por su orden). Lo peor está por llegar.
- Coged un palé cada uno (ah, debe estar claro pero... NO VAYAS SOLO).
- Mantén la calma cuando traspases la puerta y entres en el almacén: ahora estás realmente entrando en Ikea, todo lo anterior era el decorado. A partir de ahora es cuando empiezas a hacer aquello para lo que has venido: convertirte en un trabajador más de la cadena. Verás cajas gigantes por todos lados y querrás huir, tranquilo, a pesar de las enormes dimensiones, la mayoría tienen un peso menor del que aparenta.
- Si, por desgracia, hay alguna cosa de la que no has conseguido apuntar la estantería, acude al punto de información... Te tratarán bien, pero no salgas de allí aceptando un "no, ese mueble que usted me dice no existe con ese nombre y esas medidas". Insiste y sé muy preciso. No es lo mismo un "armario ANEBODA", que un "armario PAX ANEBODA". Y los ordenadores tampoco siguen las reglas normales.
- Cuando sientas que la cabeza te va a reventar, considéralo como la senyal para salir de allí. Da igual si no tienes todo lo que viniste a buscar. Es SEGURO que la cabeza puede llegar a explotar allí dentro.
Me dejo cosas, pero éstas al menos conviene no olvidarlas. Cuando finalmente consigues firmar el papel que dice que todo llegará a tu casa sin que tengas que arrastrarlo hasta allí con los dientes, que hace que puedas deshacerte de los dos palés a reventar y el carro, quedándote tan solo con las dos bolsas de chorradas que no has podido evitar comprar, y empiezas a ver la luz al final de túnel, el chaval que ha apuntado tus datos te dice, con cara de infinita comprensión: "You did it", cuya traducción literal sería: "lo hicisteis", y cuya traducción más fidedigna al castellano (el inglés lo que sí tiene es la capacidad de comprimir mucha información en unas pocas sílabas) sería: "pobres desgraciados, lo habéis conseguido, habéis superado un día en El Infierno de Ikea".
viernes, 5 de septiembre de 2008
Horas
Por otra parte, he dado con el horario "ideal" (no es que lo haya buscado mucho, es el que ha quedado naturalmente después de cuatro días, teniendo en cuenta mi afición a madrugar, el horario de trenes, y que tengo que tener un horario semejante al de mis supervisores, con la ventaja de que desde mi sitio veo cuándo entran y cuándo salen, pero ellos a mí no). Salgo de casa a las 8.50 y entro otra vez por la puerta a las 17.35. Eso hace siete horas y media dentro del trabajo (de 9.30 a 17.00), contando el rato de comer, y más de ocho y media en total dedicadas a la esclavitud. Quedan pues, idealmente, siete y media de hacer algo y ocho de dormir (o al revés). Tampoco está tan mal... de momento. Ahora bien, he pensado que ya me puede tocar el gilipollas de supervisor o su padre, que yo no me quedo aquí más de lo que pone el contrato. Solo faltaba eso.
Por cierto, sigo muy entretenida y se me pasa la manyana volando. De momento me quejo un poco por gusto.
miércoles, 3 de septiembre de 2008
Alguien debería decirle a mi jefe...
Los gilipollas
Lo bueno (supongo) es que a los gilipollas se les ve claramente en la cara, y si hay alguna duda se confirma en cuanto abren la boca para saludarte (saludar con cara de estar haciéndote un exámen está feo). De estos tenemos al menos un par. Los demás en principio bien.
Esta manyana es que hemos tenido una reunión breve, que se ve que se hace cada miércoles, en la que el jefe-jefe cuenta cosas de los altos mandos y cada uno cuenta a qué se ha estado dedicando en la semana. Yo de paso me he presentado y blabla. Nada, una pollez, porque yo creo que nadie escucha lo que dicen los demás, sino que cada uno espera su turno para decir la frase que tiene que decir y desconecta. Bueno, sí, los dos gilipollas se escuchan entre ellos y discuten, que os podéis imaginar el conyazo.
En fin, corto por ahora, voy con mi segunda "task": más gráficas, pero esta vez sin saber qué tengo que poner en ellas. Veurem.
Nota: Se me había olvidado habilitar lo de permitir comentarios a anónimos. Ya se puede comentar sin problema (para todos los que, seguro, vieron su intento de escribir frustrado por eso.)